Archivo documental digitalizado del activismo lésbico, conformado por el registro de producciones gráficas y teóricas, registros fotográficos y sonoros, encuentros reflexivos y acciones callejeras de grupos y activistas lesbianas de diferentes momentos históricos, múltiples posiciones políticas, y diversas geografías de Argentina. Está en permanente construcción, envianos tus aportes y colaboraciones.

sábado, 26 de junio de 2004

Entre nosotras - 1ra. Jornada de Reflexión Lésbica de Rosario


Entre Nosotras- 1ra. Jornada de Reflexión Lésbica de Rosario organizada por RIMA y Safo_piensa
de izquierda a derecha: Yuderkys Espinosa, Liliana Daunes, valeria flores, Gabriela Adelstein, Vivi Portillo, Cris García Acevedo




textos presentados


Macky Corbalán

El salto del yo al nosotras, entre los grandes pájaros oscuros de la historia


“En aquellos años, dirán las gentes, perdimos el rastro / del significado de nosotros, de ustedes / hasta encontrarnos / reducidos a yo / y todo ese asunto se tornó / estúpido, irónico, terrible: / intentábamos vivir una vida personal / y, cierto, aquella fue la única vida / de la que podíamos dar testimonio // Pero los grandes pájaros oscuros de la historia gritaron y se / sumergieron / en nuestro clima personal / Fueron decapitados en alguna otra parte pero sus picos y alas / se movieron / a lo largo de la costa, a través de los jirones de niebla / donde permanecíamos diciendo yo” Adrienne Rich




El paso del yo al nosotras es un salto al abismo y una apuesta evolutiva imposible de perder, pero, también algo más para las lesbianas: un imperativo. Podemos, en la soledad del yo, intentar conocernos, aceptarnos, crecer, desentrañar nuestras lógicas más internas, poner en blanco sobre negro ese campo de batalla de intereses, conflictos, emociones cruzadas, ajustes y desajustes que es nuestra propia vida, pero es en el nosotras donde confrontamos la seriedad y firmeza de nuestras ideas, la mirada de esas otras nos construye, liberando, permitiéndonos inventar territorios donde ver y ser vistas.

Como todo relato estrictamente histórico, éste comienza con una historia de amor: conocer a Valeria en ese momento de mi vida, en ese lugar del mundo, de la manera que la conocí fue un acontecimiento de dimensiones cósmicas, sólo comparable al descubrimiento de vida extrahumana.

No digo que sólo por ella he llegado a este punto de mi proceso de visibilización y de profunda libertad que me cubre con un aire nuevo, fresco, con aroma de hierbas, permitiéndome estar sentada aquí; digo que por ella he llegado de la manera correcta.

Con Vale empezamos a discutir, literalmente, de todo; armando y rearmando el mundo que habíamos construido hasta encontrarnos. No hubo, como en todo gran amor, sólo espacio para el amor, hubo, hay espacio para las ideas, para la utopía, para la creación, para el crecimiento, para pedir lo imposible.

En marzo de este año, acomodados un poco los tantos de nuestra estrenada convivencia, nos sofocaba la necesidad de establecer con otras lesbianas un contacto permanente, integrador, valioso. No nos bastaba con ser “las lesbianas” del Alto Valle, que firman cartas en el correo de lectores del diario o que participan de programas radiales o televisivos; eso fue un inicio. Comenzamos entonces por una idea que, a la manera de la piedra plana que se arroja en el espejo imperturbable del lago, genera círculos concéntricos que cada vez son más amplios: una publicación, pequeña, humilde, pero poderosa. Una vez leída, como la maldición bíblica, no habría manera de mirar atrás sin el peligro de convertirse en estatua de sal.

Así nació la “boletina” cuyo nombre cayó como fruto maduro, una vez leídos y devorados los textos de Virginia Wolf: apareció así, entre el impulso de dos que quieren gritar y el sólido silencio pétreo de sociedad y pares lésbicas por igual, La Sociedad de las Extrañas, que ya va por su cuarto mes de aparición.

Dice Virginia, desde la portada de la boletina Nª 0, “Hablando en términos generales, la principal distinción entre nosotros, entre las que por estar fuera de la sociedad somos extrañas y los que, por estar dentro de ella, son naturales, entre las que estamos fuera y los que están dentro, será que, mientras ustedes harán uso de los medios suministrados por su posición –coaliciones, simposios, campañas, grandes nombres y todas aquellas medidas públicas que su riqueza y política influencia ponen al alcance de sus manos-, nosotras, que seguiremos siendo extrañas, haremos experimentos”.

Nosotras, las extrañas, somos entonces las que probaremos, examinaremos, haremos cambios, emprenderemos mudanzas, descubriremos fenómenos. Nada quedará en pie.

En la boletina hay poesía lésbica, recomendaciones de libros, películas, sitios Web, música; hay textos más de fondo referidos a la heteronormatividad, al porqué del lesbianismo feminista, al orgullo, y, por entregas, estamos publicando el texto de Mitos acerca de las lesbianas de Alejandra Sardá y Chela Amadío. Hay ganas de compartir lo que aprendimos, lo que leímos, lo que pensamos, de aprender más, de hacer más.

Hay noticias, un espacio para los grupos de lesbianas del país, imágenes y fotografías de lesbianas y separatas: una de ellas, llamada Grafías Lésbicas, busca rescatar la escritura lésbica (hasta ahora, entregamos un fragmento de la novela En breve cárcel de Sylvia Molloy) y otro, que estrenaremos pronto, “El Ojo Lésbico”, una guía para aprender a mirar y reconocer la lesbofobia, el heterosexismo y toda manifestación de discriminación hacia mujeres, lesbianas, gays, travestis.

En la boletina hay la construcción de un mundo, donde las lesbianas existimos.

Pero las ondas en el agua, generadas por aquella piedra inicial, han llevado nuestra publicación hasta lugares que desconocemos, de una manera que no podemos aún ponderar. Y eso tampoco nos era suficiente, por ello, casi de inmediato, y luego de hacer y rehacer listas con nombres posibles, invitamos a un par de chicas a juntarnos para leer y pensar juntas. Dos aceptaron el convite y con ellas, hasta el viernes pasado en que se sumó una más y hay ganas de varias otras de unirsenos, comenzamos a andar el camino de este Grupo de Reflexión Lésbica, con –ojalá- prácticas nuevas, abiertas, flexibles, amorosas.

Empezamos charlando, recuerdo, sobre nuestras experiencias familiares: siempre es la anécdota personal la que se tiene más a mano, y no es menos valiosa por eso. En los próximos encuentros, fuimos pasando a los textos que nos parecen vertebradores de toda experiencia inicial de visibilización; apareció Adrienne Rich, con su “Es la lesbiana que hay en mi”, donde hablamos de lo no nombrado, de lo descripto, de lo omitido, de lo que en definitiva quieren que seamos: lo inefable. Más tarde llegaría la lectura y discusión del texto “Lesbofobia Internalizada”, que circuló además entre otras lesbianas que no pertenecen al grupo, con bastante aceptación y repercusión, sintiéndose reflejadas.

Cuando comenzamos la lectura de La Mente Hetero de Monique Wittig, antes de que el filo de sus reflexiones nos abriera la cabeza como una sandía madura o quizás a causa de él, salió la idea de hacer una encuesta, nuevamente la piedra y el lago, nuevamente las ganas de saber de quién hablamos cuando hablamos de lesbianas, de no quedarnos con el arquetipo.


La encuesta

Decidimos que la encuesta fuera, en especial, ANONIMA, autoadministrada, con preguntas cerradas, codificadas, se distribuyó mediante una red de “conocidas” (elegimos lesbianas que consideramos “claves” y con “llegada”), a quienes convencimos de la necesidad de hacerla y, sobre todo, de recuperarla. Pese a la primer condición de anonimato, fue una tarea difícil entregarlas: hubo que soportar actitudes severas, graves, desaprobatorias; hubo que tolerar “huidas” ante el miedo del “contagio” y pudimos disfrutar de algunas pocas, pero valiosas, que nos han solicitado una devolución.
Entre el diseño, la entrega, la recepción y la sistematización pasaron dos meses.
Abarcó las localidades de Neuquén capital, Cipolletti, Centenario, Allen y Cinco Saltos.

Como datos, provisorios aún, destacamos:
* Fueron 61 mujeres las encuestadas hasta ahora (aún quedan encuestan por recuperar), de ellas, el 75% se considera lesbiana, el resto bisexuales.
* Las edades que más aparecen van de 30 a 39 años.
* El 77% tiene estudios terciarios y/o universitarios.
* El 38% es docente y el 23% empleadas.
* El 30% tiene un ingreso promedio mensual de más de 1000 pesos y el 26%, de 500 a 800 pesos.
* El 31 % son de Neuquén y el 21% de provincia de Buenos Aires; motivos de la llegada a la zona: la mayoría por oportunidad laboral y el 12% para vivir su sexualidad más libremente.
* El 67% está en pareja y el 84% no tiene hijos o hijas. De las que tienen hijos, la mayoría no sabe que sus madres son lesbianas.
* En el 77% de los casos, la familia de origen sabe que son lesbianas, porque el 48% lo suponen y el 67% lo dijeron (hay casos en que se marcaron ambas opciones).
* En sus trabajos, el 51 % no lo sabe. Y en caso de que lo sepan, lo supone el 49% y porque lo dijeron (el 70%). En el caso de que no se sepa, es porque la mayoría lo considera un asunto “privado” y, en segundo lugar, porque tienen temor de que se pongan en tela de juicio sus habilidades profesionales.
* Respecto a la vivencia de situaciones de violencia, el 34% ha padecido el “secreto a voces” y rumores; el 20% cambio negativo en la conducta de quienes se enteraron que era lesbiana o bi, el 18%, insultos en la calle y otro 18%, chistes denigrantes y ridiculizaciones. Los perpetradores de estas situaciones han sido, en partes casi iguales, varones y mujeres.
* Los insultos más usuales son “tortilleras”, “tortas” y “mal cogida”.
* Respecto a cómo somos vistas las lesbianas por la sociedad, la mayoría piensa que como “mujeres que odiamos a los hombres”.
* El aislamiento y la depresión son dos de los problemas de salud más seleccionados por las encuestadas.
* El 75% ha hecho terapia psicológica, en su mayoría le han dicho al/la terapeuta que son lesbianas al inicio del tratamiento. Hay un caso en que, cuando lo dijo, se la derivó a otro profesional.
* La mayoría frecuenta grupos mixtos de amigos y amigas lesbianas y heterosexuales.
* En referencia a la visibilidad, siendo 1 el valor más bajo y 5 el más alto, la mayoría le otorga el valor más alto, por fundamentaciones de la más diversa índole, por ejemplo: “para ser libres en la elección”, “por ser honestas con una misma”, “porque la visibilidad ayuda a que la sociedad acepte la diversidad”.
* Respecto de lo que les ha aportado la visibilidad, la mayoría estima que les ha dado “una mayor seguridad en sí mismas” y, en menor medida, “reconocimiento de la valía personal por parte de ciertas personas”. Aunque también ha provocado “sentimiento de pertenecer a una minoría discriminada” y, en menor medida, “sentimiento de cansancio en el día a día de su visibilidad, en una sociedad discriminatoria”.
* De las cosas que se hacen para preservar la identidad sexual, la mayoría señaló el decir que la novia es una “amiga” y no hablar de su sexualidad.
* El 46% se siente desprotegida legalmente como lesbiana, porque las “leyes son heterosexuales”, porque no “somos consideradas”, por los “prejuicios”.
* La mayoría considera que, para mejorar la vida de las lesbianas, es necesaria una Ley de Unión Civil; luego, que el Programa Provincial de Salud Sexual y Reproductiva incluya la atención y difusión de temas lésbicos. En tercer lugar, consideran necesario combatir la presunción de que todas las mujeres somos heterosexuales, en médicos/as y maestros/as. También, que los medios de comunicación transmitan imágenes positivas y no estereotipadas de las lesbianas.
* A nivel nacional, sólo el 12% conoce algún grupo feminista, de lesbianas o de diversidad sexual. La que más aparece es la CHA, en segundo lugar, SIGLA. También Las Azucenas, Fulanas, Safo piensa, Lesbianas a la vista, Las Lunas y las otras.
* Las observaciones, recogieron algunas muestras de aliento, agradecimiento, ofrecimientos de colaboración, valorización de la visibilidad (respecto de las que dan la cara), la necesidad de espacios, difusión de actividades.

Justamente, de esas que quieren colaborar, que agradecieron que demos la cara, que esperan una devolución, es que sacamos el aliento para seguir adelante.


**********


valeria flores

“Fugitivas en el desierto”: voces lesbianas en un paisaje heterosexual


“En lo inhóspito habitamos/ bellas criaturas de lengua atrevida/ herencia temprana de las que/ escaparon al engaño natural”


Las formas figurativas, las metáforas como ficciones políticas presentan nuevas posibilidades interpretativas, que permiten exploraciones de carácter político y subjetivo. Son instrumentos deliberados para actuar en la realidad porque ejercen un impacto en nuestra imaginación, pero también son formas de conocimiento situado, por las visiones e imágenes que encarnan. Pueden ser usadas como paradigmas provisorios para indagar las diferentes formas de subjetividad de las mujeres lesbianas y de su lucha con/en el lenguaje, destinada a producir representaciones afirmativas de nuestra identidad. Estas figuraciones tensan la imaginación política feminista, y ponen énfasis en la estructura corporizada y sexualmente diferenciada de quien habla. Es un intento de mezclar voces o modos de habla, mezclar deliberadamente el modo teorético con el poético.

Monique Wittig dice que así como los siervos en la Edad Media se escapaban del sistema de señorío, las lesbianas nos escapamos de a una de la heterosexualidad. Y en esta huída, nos encontramos aquí en Rosario, “entre nosotras”. “Fugitivas”, escapando de la compulsividad heterosexual, del dispositivo de feminización que nos encapsula a todas como mujeres y por lo tanto como heterosexuales, de la lesbofobia, del silencio, de las diversas formas de violencia e invisibilización. Fugitivas como tránsito, como itinerarios en disputa. Una fugitiva cercana a la figura de la prófuga lesbiana, también de Monique Wittig, escapando de la clase “Mujer” como construcción patriarcal.

Ahora bien, ¿por qué situar a las fugitivas en un espacio como el desierto? Un poco por mi procedencia, un poco para mostrar cómo la construcción de lo natural o los paisajes “naturales” es una operación política. Nosotras venimos de Neuquén, de la Patagonia, paisaje que, en el imaginario social, está asociado al desierto. Si entendemos los imaginarios culturales como redes amplias que conectan temas, imágenes y formas narrativas que se encuentran disponibles dentro de una cultura dada en un momento determinado, podemos entender del mismo modo que el desierto patagónico es producto del imaginario del viaje imperial, y se fue constituyendo como el lugar ideal donde actualizar fantasías masculinistas y heterosexistas. Por lo tanto, el desierto tampoco es un paisaje del orden de lo “natural”. Como ha comprobado la bióloga feminista Donna Haraway, las ciencias naturales han basado consistentemente sus interpretaciones de comportamiento animal en ideologías patriarcales sobre el sexo, la raza, la identidad nacional, la familia y la clase social. Por más objetiva que sea, toda representación supone siempre un proceso de selección y de jerarquización de lo representado.

El paisaje se refiere a un modo occidental de percibir el espacio e imaginar una relación con la naturaleza en términos de una escena situada a cierta distancia del observador como si se tratara de una pintura; de esta manera, el paisaje oculta la subjetividad que le es inherente y que le confiere sentido y valor. En este sentido, el paisaje es un instrumento de poder que refuerza una manera de ver el mundo, naturalizando una perspectiva cultural y política, representando el mundo como si estuviera dado. Y es así como se nos presenta la heterosexualidad, como un paisaje natural. De este modo, se oculta que el ordenamiento sexual de la sociedad es una construcción histórica y política y que el orden social es un orden regido por la heterosexualidad. Así como el paisaje funciona como escenografía del poder del sujeto y su otro u otra, la sexualidad es una tecnología que normatiza formas de relación y fabrica cuerpos, institucionaliza lenguajes y silencios, traza fronteras y límites, habilita y excluye términos, jerarquiza hablantes .

Como quedó fijado en la fórmula sarmientina de civilización y barbarie, se mantuvo (y se mantiene, creo, bajo otros códigos) la premisa de que la única garantía de progreso era la domesticación agresiva de la naturaleza, de las sexualidades y de las comunidades no modernas que habitaban la geografía de las nuevas jurisdicciones políticas de la naciente nación argentina. El desierto como manifestación extrema de lo natural produjo dos tipos de representaciones, ambas correspondientes a operaciones mentales imperialistas de los imaginarios masculinos y heterosexistas, de carácter expansivo y homogeneizador propio de la modernidad. Por un lado, la representación de la patagonia como límite absoluto de la razón y de lo humano, de la barbarie extrema, de la frontera entre lo humano y lo infrahumano o abyecto. Y por otro, el desierto como vacío, como espacio desmesuradamente abierto. El desierto, así como la heterosexualidad, marcan la frontera, una línea divisoria que someterá a algunos sujetos al más severo de los castigos como es la supresión de la existencia. Pero el desierto no era un lugar vacío, había gente, pueblos originarios. Construirlo como espacio vacío es una operación hegemónica de invisibilización de manifiesto desprecio por la diferencia. La heterosexualidad, que aparece como paisaje neutro, dado por la naturaleza, invisibiliza y silencia la diferencia.

Desierto y heterosexualidad son construcciones sociales que nos imponen la naturaleza como principio normativo y sobredeterminado. Son paisajes sociales cargados de significaciones políticas.
Por eso propongo pensarnos como fugitivas en el desierto, lesbianas que huyen de esa construcción mental del desierto como naturaleza, de la heterosexualidad como destino biológico.
Esta figuración con la que intento trabajar, de muy reciente experimentación, esboza el sitio desde dónde hablo, ubicándome en una política de la localización. Es decir que, de las diversas posiciones de sujeta que puedo ocupar: como lesbiana, mujer, feminista, docente, trabajadora, escritora, blanca, joven, atea; de estas múltiples posiciones, privilegio para hablar y activar políticamente, mi sexualidad, es decir, como lesbiana feminista. Y antepongo lesbiana al de feminista porque sino nuevamente mi identidad sexual sería invisibilizada, ya que es una sexualidad degradada socialmente y destinada al secreto. La política de localización pone, en primer término, la comprensión de la especificidad de nuestros conocimientos y posiciones situadas, desde donde se mapean las condiciones espacio-temporales para interrogar lo posible en lo existente, y no para producir una política de la instalación permanente.

No puedo dejar de mencionar el contexto en el que habito y desde el cual vengo y escribo, donde transcurren mis sentido vitales. Vivo en la ciudad más poblada de la Patagonia argentina (de aproximadamente 200.000 habitantes), ciudad con el mayor índice de pobreza. Haciendo una mezquina descripción del contexto socio-político, la provincia de Neuquén está marcada por un progresivo avance de la derecha, con la judicialización de los conflictos sociales, una justicia y una legislatura adictas al poder gobernante, la represión de las protestas sociales, la desaparición hace más de un año de un joven universitario, una docente sumariada por trabajar el tema de la dictadura militar con sus alumnas/os, el derecho a paro anulado de facto mediante la coerción y la persecución, los aprietes policiales al movimiento estudiantil. Pero, por otro lado, se desarrollan experiencias de oposición como la fábrica Zanón bajo control obrero, el pueblo mapuche contra el estado monocultural y las petroleras, y un incipiente movimiento feminista que intenta poner en el debate público temáticas como la violencia hacia las mujeres, los femicidios, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, la anticoncepción, el aborto y, con menor énfasis, la libre elección sexual.

Mi aporte para la reflexión en esta jornada consiste en hacer algunas consideraciones de orden argumentativo sobre la relación entre feminismo y lesbianismo, como aporte teórico e intelectual desde este lugar de “fugitiva”, consideraciones que van a estar centradas en: la construcción de genealogías feministas, en la concepción de identidad a la que, por lo menos hasta el momento, adhiero y la importancia política de la visibilidad. Todo ello a modo de andamiaje teórico y político que sustentan las acciones y la propia cotidianeidad feminista. Luego, voy a realizar consideraciones más bien de carácter práctico, acerca de: por un lado, qué pasa con el lesbianismo y feminismo en Neuquén, y por otro, qué me pasa mi con eso y con la visibilidad, analizando algunos aspectos tanto de la lesbofobia social como la internalizada.

Sobre las genealogías feministas

Me reconozco en una tradición de pensamiento y acción feministas, y más que nada en un feminismo situado. Donna Haraway insiste en la naturaleza corporizada de toda mirada a partir de la noción de saberes ubicados. Ella dice que la idea de una mirada infinita es una ilusión. Aceptar la existencia de saberes parciales, situables y críticos permite respondernos acerca de cómo aprendimos a ver.

La mirada siempre depende del poder de ver, y quizá, de la violencia que está implícita en nuestras prácticas visualizadoras. ¿Con la sangre de quién se han construido mis ojos?, se pregunta Haraway. Este asunto exige también una referencia a la propia posición; eludirla es esquivar cuestiones políticas serias.

Perseguir un proyecto político común de conocimiento e intervención en el mundo por parte de las mujeres, tal como plantea Teresa de Lauretis (teórica lesbiana feminista), implicaría definirse con y contra la creciente globalización del mundo. Para ello, considera necesario revalorizar las diferencias que existen entre nosotras y en nosotras, y dejar de pensarlas como obstáculo para entenderlas como estímulo de una renovada creatividad política y personal.

“Entre nosotras” hay seguramente diferencias de experiencias, diferencias de niveles en la relación con los textos, diferencias de planteamientos, diferencias de perspectivas, sin embargo, sin ánimo de homogeneizar puedo decir que estamos aquí para construir formas inéditas de relación entre lesbianas, para autorizarnos entre nosotras, para situar algunas coordenadas de lectura que sean colectivas, para pensar juntas, para hacer habitable la propia posición de lesbiana.

Entiendo el feminismo no sólo como un movimiento intelectual y político a favor de las mujeres, sino también y principalmente como movimiento subjetivo de politización de la vida cotidiana, que hace de lo personal, de lo cotidiano, de lo más ínfimo, una constante problematización, capaz de subvertir los modos de vida y ampliar nuestra capacidad de decisión y autonomía sobre nuestras vidas.

Y para pensar en estos términos, es imprescindible referenciarse en las producciones de las mujeres y lesbianas que nos precedieron. Esa descendencia dispersa, fragmentada, pero históricamente presente de pensamiento y escritura que se ha llamado genealogía de mujeres. Ésta no es una tradición, ni un vínculo de sangre entre madres e hijas desheredadas, sino más bien es el rastro de un recorrido, de un deseo: una genealogía feminista discontinua y evasiva, reconstruida día a día, como dice de Lauretis.

Como parte de esas genealogías es necesario dejar que otras hablen en mi texto, inscribiendo mi trabajo en un movimiento político colectivo. Dejar que las voces de otras resuenen a lo largo de mi texto es un modo de construir esas genealogías.

Las genealogías feministas son las prácticas discursivas y políticas comúnmente compartidas, una especie de contramemoria o un espacio de resistencia. Conforman una escala acumulativa de mujeres incardinadas y embebidas de experiencia, que constituye un legado simbólico que entrelaza el cuerpo sexuado, el tiempo y la memoria. Y aquí las lesbianas tenemos una gran tarea por delante ¿podemos hablar de genealogías lesbianas? Parece que dentro de estas memorias de mujeres, nuevamente “las fugitivas” seguimos casi desapercibidas, suprimidas, secundarizadas o anuladas. Si privilegiamos nuestra identidad sexual como el primer sitio de resistencia, empezar a buscar las huellas de nuestras predecesoras, sus vidas, sus palabras, sus propuestas, sus dolores, constituye una tarea axial.

Sobre las Identidades

Si entendemos que las condiciones que rigen la constitución de toda identidad son la afirmación de una diferencia, la idea de exterior constitutivo muestra el carácter relacional de toda identidad y el establecimiento de una jerarquía. La identidad es atravesada por una multiplicidad de discursos y de relaciones de poder. En las identidades se juegan relaciones de fuerzas, son sitios de conflicto. Abrir el término lesbiana a la discusión política entre las propias protagonistas es indagar acerca de las jerarquías sobre las que se estableció y que pueden ser desestabilizadas.

La identidad no es una esencia, es tránsito, devenir, en todo caso, con una estabilidad provisoria; es un juego de aspectos múltiples y fracturados del sí mismo o sí misma en disputa con los otros/as. No es una esencia monolítica definida de una vez y para siempre, sino el sitio de un conjunto de experiencias múltiples, complejas y potencialmente contradictorias.

También por eso, el tropo “fugitivas” connota movimiento, trazados más bien inciertos, que se desordena y se vuelve a re-ordenar, que llega y parte.

Políticamente sostengo que es crucial insistir en las identidades lesbianas, justamente porque son borradas y suprimidas del paisaje heteropatriarcal, por la violencia de una eliminación pública sostenida.

Ahora, ¿cuál versión de las lesbianas debe hacerse visible, y qué exclusiones internas instituirá el hacerse visible? Seguramente el uso de la categoría lesbiana es un riesgo porque puede convertirse en un sitio de impugnación, es decir, que puede suprimir ciertos modos de vivir el lesbianismo, lo cual puede hacer de esa categoría una cuestión normativa. Sin embargo, este riesgo no puede paralizarnos políticamente, porque también es cierto que en la medida que dejemos de nombrarnos, dejamos de existir. Y lesbiana es una identidad impugnada social e históricamente. En todo caso, será necesario dejar el significante lesbiana como un horizonte abierto a múltiples significaciones, pero que, en determinados contexto socio-históricos, se cargarán con la referencialidad de quienes lo pongan en juego y lo sostengan políticamente.

Sobre la visibilidad lésbica

Unido estrechamente al tópico de la identidad lesbiana, se encuentra el de la visibilidad. Ser visibles en la sociedad heteropatriarcal, reconocerse públicamente como lesbiana. Fugarse de la heterosexualización que opera sobre las mujeres.

Partamos de que la existencia de las lesbianas ha sido omitida, cancelada y penalizada durante siglos y de forma sistemática por el orden patriarcal, llegando a constituir una ignorancia institucionalizada. Ya lo decía Adrienne Rich, el lesbianismo es una forma de deseo femenino que amenaza seriamente la estabilidad del modelo de sexualidad reproductiva que ordena los sistemas de parentesco, y con ellos, las relaciones sociales primarias en las formas patriarcales.

La heterosexualidad obligatoria, tal como ella afirma, garantiza un modelo de relación social entre los sexos en el cual el cuerpo de las mujeres siempre es accesible para los hombres. No existen ni opción ni preferencia reales donde una forma de sexualidad es precisamente definida y sostenida como obligatoria. De ahí se deriva su carácter de institución social y política. La heterosexualidad es producida y reproducida socialmente, imponiéndose de manera normativa. Por lo tanto, cuando las lesbianas criticamos la heterosexualidad, no nos referimos a un comportamiento sexual o a una relación en particular, sino a un sistema, casi el más naturalizado, de prácticas, normas y creencias que otorgan privilegios y jerarquiza las sexualidades.

En el caso de las lesbianas, la opresión no opera a través de actos de abierta prohibición, sino encubiertamente, a través de la producción de un dominio de lo impensable y de lo innombrable. Judith Butler dice justamente que: El lesbianismo no ha sido explícitamente prohibido, en parte porque no se ha dado a conocer en lo pensable, en lo imaginable, esa red de inteligibilidad cultural que regula lo real y lo que puede ser nombrado. Las lesbianas, por lo tanto, ni siquiera calificamos como objeto de prohibición porque ni siquiera podemos ser imaginadas, ya que se ejerce sobre nosotras una suerte de “violencia epistémica”, borrándonos como sujetas posibles de existir.

La identidad lesbiana marca una diferencia, diferencia que no es un atributo fijo, sino producto de una relación contingente. Pero las marcas de esta diferencia se subvierten mostrando las particulares marcas de la indiferencia, de “lo neutro”, aquello invisibilizado por normativo, hegemónico y sobre-representado, que en este caso es la heterosexualidad.
Por ello, la visibilidad, desde mi punto de vista, no es la consolidación de una esencia lésbica sino una estrategia de intervención política que denuncia la dictadura invisible de un modelo de sexualidad normativo, del fundamentalismo heterosexual que imponen las instituciones con su política del silencio. Y esto sí constituye una "amenaza" porque se ataca uno de los pilares fundamentales que estructura a esta sociedad: el heterosexismo.

Qué pasa en Neuquén

Los frentes en los que una lesbiana feminista confronta, son varios, aunque con distintos niveles de intensidad y conflictividad, fuerza, alianzas y reciprocidades. Entre otros, podemos nombrar: la iglesia y sectores de derecha o conservadores, los movimientos sociales, el movimiento feminista, el movimiento LGTTTBI, la propia comunidad de lesbianas y cada lesbiana consigo misma. Al que voy a hacer referencia es al movimiento feminista, no sólo a solicitud de las coordinadoras, sino porque es donde una espera encontrar interlocutoras válidas para desarrollar su pensamiento.

En el incipiente movimiento feminista que se está dando en la región, la heteronormatividad no es un tema de discusión. Visualizo posibilidades teóricas de pensar el lesbianismo, pero políticamente hay cuestiones sin resolver, asuntos pendientes, aunque considero que esto es histórico en la relación entre lesbianismo y feminismo. Pero este proceso se dá en la medida en que se intenta configurar una voz distinta, una voz diferenciada como lesbianas dentro del feminismo. Si hubiera que caracterizar esa relación, diría que es de tensión y disputa. Y, seguramente porque una se fue entrenando en ver algunas cuestiones con su ojo lésbico, también hay silencios y muchos. Y esos silencios no son un vacío, no es ese desierto como construcción mental del conquistador occidental, sino que en ellos se viven dilemas encarnados, se habitan conflictos y confusiones, hay afectos que se afectan. A veces, tengo la sensación de que el lesbianismo fuera un tema menor dentro de la agenda de las mujeres, secundarizado, aplazado por demasiado urticante. Y, para mí misma, pienso: cuántas veces habremos cedido protagonismo a otros debates, adscribiendo a lo supuestamente “común” entre mujeres, lo que oculta nuestra posición excluida en el diálogo.

Las estrategias políticas se definen en función de los contextos y procesos socio-históricos de cada lugar. Y en función de esos contextos se piensan las decisiones que una va tomando y dónde se va ubicando (y con quién). Muchas discusiones teóricas y, por lo tanto políticas, son discusiones que devienen de determinadas geografías. Una puede leer, impregnarse de esas discusiones, estar al tanto, compartir algunas posiciones y otras no, estar atenta a ciertos señalamientos, pero las posibilidades de acción son muy distintas en el lugar que se habita cotidianamente.

En Neuquén no hay ningún movimiento LGTTTBI, apenas estamos algunas muy poquitas lesbianas tratando de pensar juntas, reflexionar sobre lo que nos pasa en nuestras vidas, de organizarnos. Y además somos lesbianas feministas, que participamos del incipiente movimiento feminista de la región. Pero que no encontramos el espacio para expresar nuestra voz y nuestros deseos, por eso a partir de la decisión que tomamos con Macky, comenzamos a juntarnos en un espacio "separado", a crear nuestros propios materiales y acciones.

En este contexto es que decidimos tomar la acción en nuestras manos y armar el grupo de reflexión, una boletina, el relevamiento de las condiciones de vida de lesbianas del Alto Valle; asentadas en una percepción muy fuerte: nadie lo haría por nosotras. Este separatismo lo entendemos no como aislacionismo, sino como "la ruptura de ciertos lazos con los hombres y con las prácticas al servicio de los varones" (y podríamos agregar, de las mujeres heterosexistas). Es una herramienta política para que las lesbianas podamos configurar y desarrollar nuestra propia voz.

Como “fugitiva”, en algunas circunstancias cabalgo como una lesbiana en los términos de Wittig, que está más allá de las categorías del sexo (mujer y hombre),escapando a la relación de servidumbre con el hombre, y, en otras, me pienso como una mujer lesbiana compartiendo con las otras mujeres las mismas opresiones, ya que no puedo dejar de ser leída por esta sociedad como mujer. Estos son los desplazamientos que hago por ahora, y son construcciones provisorias que coexisten. Tal vez, cuando logremos construir una voz pública con las otras lesbianas, y la relación de fuerzas con el movimiento feminista sea distinta, nos obligará a otro tipo de posicionamientos.

No quiero terminar este punto sin dejar de hacer un comentario sobre la presentación de la ley de Unión Civil el año pasado en la legislatura neuquina. Fue presentado por una diputada del ARI, siendo una copia del que la CHA presentó en la ciudad de Buenos Aires. Nosotras, como lesbianas, cuestionamos la presentación del ante-proyecto haciendo dos consideraciones: el nivel de discusión y aceptación social de la temática, poniendo de manifiesto que en la región está sumamente silenciado, y segundo, que la ley tiene que ser una expresión de las demandas y deseos de las/os ciudadanas/os afectados por la misma, y que en este caso, el apuro político nos desplazó del debate democrático que entendemos debió darse.

En este contexto, nuestras acciones como lesbianas feministas se van construyendo en la conjunción, no exenta de conflictividad, de deseos y derechos, atentas al disciplinamiento de las que pueden ser objeto. Por eso se impone desequilibrar los deseos, constantemente pacificados bajo el signo de la tolerancia y la coexistencia.

Qué me pasa a mí

El proceso de visibilidad es algo que no se acaba nunca. No se sale del closet de una vez y para siempre, sino que se multiplican, como si cada relación que una establece fuera un closet. Desde que, progresivamente, fui tomando la palabra en mi boca, reconociendo mi condición de lesbiana frente a mi familia de origen, amigas, compañeras/os de trabajo, en los medios de comunicación, en la escuela con mis alumnas y alumnos, esto hizo sentirme entera, menos fragmentada. Y paradójicamente, a medida que salía de más closets, más consciente era/soy de mi propia lesbofobia, de esa opresión internalizada, de esa vergüenza enraizada tan fuertemente en mí, esa desvalorización de mis pensamientos y de mis palabras.

En el principio de mi historia lesbiana, cuando comencé a asumir que “me pasaban cosas con otras mujeres”, era una “fugitiva” que huía sin saber muy bien por qué, con un equipaje compacto de sensaciones y percepciones, consistentes en no querer, no obedecer, en no desear ese lugar destinado para las mujeres, que te imponen de forma silenciosa pero profunda, los mandatos sociales. Y a medida que escapaba, enredada en el lenguaje, con nuevas voces resonando en mi cuerpo, algunas más tímidas otras más fuertes, le fui poniendo nombre a esas sensaciones, dibujando los mapas materiales y simbólicos de los lugares en los que había estado; porque la conciencia de la opresión no comporta tan sólo una reacción a luchar contra ella, comporta también una verdadera y propia organización simbólica del mundo como práctica subjetiva y cognitiva.

Por supuesto que la escuela ha sido el lugar más difícil donde visibilizarme como lesbiana, pero también marca un hito en mi trayectoria personal, una suerte de epifanía que me movilizó profundamente. Una pequeña batalla ganada a la lesbofobia social y personal.

La escuela es una institución por excelencia que produce la heteronormatividad, y en ella, los cuerpos y deseos de las maestras están sometidos a profundos dispositivos de control. Cuando digo que soy lesbiana frente a mis alumnas/os, ante inquisiciones como: ¿tiene novio?, ¿tiene hijos?, soy consciente de los riesgos que corro, pero también reconozco lo que habilito y lo que me posibilito a mí misma. No quiero ubicarme en la posición, cuando desarrollo los talleres de sexualidad por ejemplo, que dice: “tengo una amiga lesbiana”, porque es una posición que me victimiza, que pone la diferencia afuera de la escuela, que mantienen la armonía heterosexual. Me transformo, así, en una maestra fugitiva porque huyo de la figura asexuada, deserotizada de la maestra, de su imagen de pureza y de segunda mamá.

Todas las violencias no tienen el mismo peso, ni la misma intensidad, no generan el mismo dolor. Las violencias se entrelazan, se conjugan, se suman, se multiplican, a veces son tan cotidianas que ni siquiera las entendemos como violencias. Por eso se hace necesario nombrarlas, hacerlas visibles, enfrentarlas.

Las lesbianas sufrimos violencia por invisibilidad, por omisión, por condena y por exclusión. Una de las mayores violencias es la invisibilización.

Por eso, es sólo a través de la visibilidad que llegaremos a nuevas lesbianas que podrán sumarse a la construcción de este movimiento, volviendo eficaz la lucha contra el heterosexismo.

No quiero dejar de hacer una referencia al orgullo, dado que estamos en vísperas del día del orgullo LGTTTBI. Y para ello, voy a retomar palabras de Adrienne Rich que escribe en relación a la identidad judía como identidad anulada. “El orgullo surge con frecuencia del lugar en que rehusamos ser víctimas, de allí donde experimentamos nuestra propia humanidad bajo presión, donde comprendemos que no somos las odiosas proyecciones de otra gente, sino intrínsecamente nosotros. ¿Adónde nos lleva esto? Primero nos ayuda a luchar por sobrevivir, porque sabemos, y esto procede de algún lado, que merecemos sobrevivir. “No soy una forma de vida inferior”, se convierte en “Existe en mí, y en otras personas como yo, una vida sagrada, energía y plenitud, que estáis intentando destruir”.

Las fugitivas en el desierto sobrevivimos con reflexiones íntimas engarzadas en nuestros cuerpos, conviviendo con la incertidumbre, des-ubicadas de los mapas disponibles, invitando a imaginar la realidad desde un lugar ubicado, rechazando los paternalismos tolerantes que usurpan la palabra, desmontando sin descanso nuestra propia racionalidad heterosexual, resistiendo la descalificación.

Y como fugitivas, como Rosario y Dora a quienes dedico especialmente este trabajo para cicatrizar un poco su dolor, buscamos seguridad. Y nuevamente Rich. Uno de los sentidos que le dá a la palabra seguridad es la de un lugar en el cual podemos tomar aliento, descansar de la persecución, ser testigos, lamer nuestras heridas, sentir compasión y amor a nuestro alrededor en lugar de hostilidad o indiferencia... La seguridad implica, en este sentido, un lugar donde reunir fuerzas, un lugar del cual partir, no un destino. Así, como este encuentro de fugitivas.


Bibliografía

Donna Haraway citada en Braidotti, Rosi (2000). Sujetos nómades. Editorial Paidós. Buenos Aires.
Adrienne Rich (1986) Sangre, pan y poesía. Editorial Icaria, Barcelona,.
María M. Rivera Garretas (1994). Nombrar el mundo en femenino. Icaria. Barcelona.
Monique Wittig (1981) Nadie nace mujer. Traducción Sérgio Vitorino. La Jornada Semanal, 25 de octubre de 1998, México.
Monique Wittig (1996). “La mente hetero”. Traducción Alejandra Sardá. Mimeo.
Monique Wittig (1987) “A propósito del contrato social”
Gabriela Nouzeilles (2000). Ficciones somáticas. Naturalismo, nacionalismo y políticas médicas del cuerpo (Argentina 1880-1910). Beatriz Viterbo Editora. Rosario.
Teresa de Lauretis (2000) “Diferencias. Etapas de un camino a través del feminismo”. Ed horas y Horas, Madrid.
Judith Butler (2000). “Imitación e insubordinación de género”. En Grafías de Eros. Historia, género e identidades sexuales. Edelp. Ediciones de la École Lacanienne de Psychanalyse Buenos Aires
Claudia Card ( ) Feminismos y pedagogías en la vida cotidiana. Carmen Luke comp. Ed Morata, Madrid.
Otras inapropiables (2004) Introducción a cargo de Eskalera Karakola. Ed. Traficante de sueños, Madrid.


**********

Fabiana Tron

Violencia entre lesbianas, una realidad invisible


Hola, buenas tardes, mi nombre es Fabiana Tron, además de ser activista por los derechos humanos y en particular por los derechos de las mujeres y personas GLTTTBI, coordino desde hace dos años el programa Desalambrando, abriendo el camino para salir del segundo closet. Se trata de un programa de prevención primaria, secundaria y terciaria de violencia o maltrato en relaciones íntimas entre lesbianas
Nuestro proyecto tiene como una de las tareas prioritarias llevar a cabo una campaña de prevención, concientización y visibilización del maltrato hacia y entre lesbianas. Para eso intentamos trabajar desde todos los abordajes posibles tratando de elaborar un mapa del estado de situación que nos permita tener elementos concretos sobre los cuales basar nuestro trabajo, mapa que pretendemos ir completando a medida que nuestros conocimientos se vallan enriqueciendo en función de la dialéctica que podamos establecer entre nuestra práctica y la teoría. En este marco, realizamos el año pasado un relevamiento para poder obtener información actualizada, la encuesta llevada a cabo por el Desalambrando fue realizada sobre una muestra al azar durante la concentración de La Marcha del Orgullo, el 1º de noviembre del 2003, constaba de preguntas abiertas y cerradas el total de entrevistas que se realizaron fue de 82. El análisis final de la información obtenida todavía no está completo pero a lo largo de mi exposición les iré mencionando algunos datos que me parecen significativos.
Muchas de nosotras cuando finalmente decidimos salir del closet y entrar en la comunidad lesbiana, lo hacemos con el sueño de encontrar una comunidad cálida y amable. Estamos impacientes por encontrarnos con otras lesbianas, encontrar pareja sexual, hacer amigas, enamorarnos, encontrar un lugar donde las lesbianas no solo sean aceptadas sino también celebradas. El camino para llegar a la comunidad pudo haber sido muy difícil, con personas tratando de detenernos para que no nos convirtiéramos en lo que somos, ridiculizándonos, rechazándonos, odiándonos...

El rechazo, la soledad y la violencia que se ha ejercido sobre nosotras puede ser tan fuerte que puede intensificar el deseo de encontrar en el ambiente lésbico la comunidad ideal, incluso muchas veces este deseo puede ser tan fuerte que tendemos a caer en el error de ignorar, no querer ver o incluso negar los problemas que existen en la comunidad lesbiana.

Lamentablemente las relaciones de violencia, que definimos más específicamente como de maltrato en relaciones íntimas entre lesbianas, son una realidad mucho más frecuente y sus consecuencias mucho más terribles de lo que suponemos. Quiero decirles que medir la incidencia de relaciones de maltrato es una tarea difícil, casi imposible, entre otras cosas por el problema de la invisibilidad que impide que se puedan sacar muestras representativas. Pero, para que tengan una idea, frente a una lista de 10 situaciones que son tenidas en cuenta para diagnosticar una relación de maltrato, que van desde“¿tu compañera hace cosas que sabe que te hieren intencionalmente? hasta ¿Tu compañera te ha empujado, golpeado, pateado o pegado una trompada? El 71% de las entrevistas en el relevamiento contestó que había vivido por lo menos una de esas situaciones. Solo el 5% contestó ninguna y un significativo 24% no contestó. Cuando procesamos esta pregunta de manera que nos permitiera medir si el nivel de maltrato vivido por las entrevistadas a partir de sus respuestas era alto o grave, leve o intermedio el resultado fue: nivel alto 18%, intermedio 44% y leve 38%.
Sin embargo, es una realidad invisibilizada, y lo que es peor aún en muchos casos absolutamente negada. Por eso valoraro profundamente y agradezco a Gabriela e Irene la invitación que me han hecho para hablar sobre este tema. Lo que suele suceder más a menudo es que tendemos a subestimar este tipo de relaciones y cuando las víctimas de maltrato nos animamos a comunicar nuestra situación generalmente escuchamos “No es para tanto” o “¿No estarás exagerando?”. Estas respuestas solo contribuyen a acentuar la situación de soledad y aislamiento que viven las víctimas de maltrato. Sabíamos, cuando comenzamos el trabajo en desalambrando, por nuestra experiencia previa, que la resiste a hablar del tema iva a ser grande pero lamentablemente ha sido mucho mayor de lo que suponíamos. Resistencia que ha llegado al punto de que el año pasado teníamos previsto realizar como parte del trabajo de investigación grupos focales con la idea de profundizar algunos aspectos sobre el tema de resolución de conflictos, hicimos una convocatoria amplia por varias listas y el resultado fue que absolutamentenadie llamó para participar, motivo por el cual tuvimos que modificar todo nuestro plan de trabajo para el año.

Quisiera mencionar brevemente algunos mitos y prejuicios que, considero, contribuye a reforzar esta invisibilización y la resistencia que tenemos a hablar sobre este tema.

Mito 1 “Las mujeres no somos violentas” o “Una mujer no puede causar daño físico significativo”.
Mito 2 “Solo las lesbianas masculinas son violentas”.

El sistema de creencias patriarcal sostiene un modelo de familia vertical, con un vértice constituido por el Jefe del Hogar, que siempre es el padre, y estratos inferiores donde son ubicados la mujer y l@s hij@s. Dentro de esta estratificación, el subsistema filial también reconoce cierto grado de diferenciación basada en el género, ya que los hijos varones son más valorados y, en consecuencia, obtienen mayor poder que las hijas mujeres. Este sistema de creencias va conformando a la vez roles familiares, así como los derechos y responsabilidades de l@s integrantes de la familia. También pautan los estereotipos acerca de lo que es o debe ser un hombre y lo que es o debe ser una mujer. Una de las características fundamentales del estereotipo de masculinidad es el que asocia a la misma con la fuerza, desde niños los varones son socializados para resolver problemas mediante actitudes muy competitivas o por la fuerza lo que los lleva a la conclusión desde muy temprana edad de que el uso de la fuerza es aceptable para resolver conflictos. Por el contrario, se concibe a las mujeres como más débiles y por lo tanto se las asocia con conceptos como dulzura, sumisión y obediencia.

Cuando estos estereotipos de género son naturalizados tenemos la idea muy generalizada de que las mujeres no son violentas. Si además partimos del supuesto de que las mujeres son tradicionalmente subordinadas, obedientes y agredidas por la sociedad lo que surge casi como conclusión lógica es que en una relación de pareja entre mujeres no puede haber violencia porque otra vez se parte del supuesto de que las relaciones que establecemos son igualitarias y comprensivas por naturaleza. Las mujeres no somos ni buenas ni malas ni débiles ni fuertes ni comprensivas o dulces por naturaleza, cada una de nosotras hemos llegado a ser lo que somos gracias a nuestras particularísimas historias de vida en la cual los aspectos relacionados con la forma en hemos sido socializadas, entre ellos los valores culturales del sistema patriarcal tienen una relevencia fundamental
Mito 2 “El maltrato entre lesbianas, cuando existe, es diferente al heterosexual porque se trata de maltrato mutuo”

La idea de que la violencia o maltrato entre lesbianas por lo general es una pelea en la cual ambas partes están implicadas es falsa y pone en grave peligro a las lesbianas maltratadas. No negamos la posibilidad de que existan relaciones de lesbianas en las cuales se produzcan peleas o relaciones en las que ambas se ataquen mutuamente, pero esto nada tiene que ver la lo que denominamos maltrato. Cuando hablamos de maltrato estamos hablando de relaciones donde existe un “patrón de conductas violentas y coercitivas por las cuales una lesbiana busca controlar los pensamientos, las creencias o las conductas de su compañera o castigarla por resistirse al control que quiere ejercer sobre ella". (Esta definición esta tomada de Bárbara Hart)
Las resistencias a asumir que se está viviendo una situación de maltrato son fuertes y las posibilidades de que una lesbiana maltratada sea tomada en serio por aquellas/os a quienes acude son pocas; por eso, muchas veces la víctima prefiere creer que lo que le pasa es una “mera pelea doméstica”. Las lesbianas maltratadas que reconocen que están en esa situación se refieren a la violencia que se produce en sus relaciones como formas de aterrorizarlas y someterlas y no como una pelea hogareña.

Muy probablemente, en algún momento la lesbiana que ha sido sistemáticamente maltratada por su compañera, ya sea psicólogica o físicamente, cometa un acto de violencia, pero esto no debe inducirnos a creer que se trata de maltrato mutuo. Muchas lesbianas maltratadas, después de haber cometido un acto violento hacia su compañera, creen que incurren en violencia mutua aunque lo hayan hecho una sola vez. Por general, la maltratada se avergüenza de su conducta y esto la lleva a culpabilizarse y a disculpar la acción de la maltratadora que desató la violencia. Es como si pensara que sólo se puede identificar claramente como víctima si nunca ha ejercido violencia hacia la maltratadora: en los casos en que las lesbianas maltratadas se han defendido de forma más o menos violenta, son frecuentes los relatos en los que se muestran confundidas y no pueden reconocer claramente quién de las dos incurrió en maltrato. En muchos casos la maltratadora refuerza ese proceso de culpar a la víctima, que ha sido descripto por las especialistas en el tema como el fenómeno de "dar vuelta la realidad", y que tiene puede llevar a la víctima a estados confusionales graves.
El impacto del abuso de pareja, aunque sea experimentado por una lesbiana o por una mujer heterosexual, es el mismo. Sin embargo, en el caso de las lesbianas, el abuso ocurre en un contexto de lesbofia, tanto social como internalizada que hace que algunas cosas sean diferentes.

* Aunque conocemos bien el tipo de violencia que un hombre puede perpetrar contra una mujer, no estamos preparadas para que la violencia provenga de otra mujer. El saber esto causa un shock, nos hace sentir un profundo rechazo, más aislamiento. Es más difícil de definir, dado que las definiciones de abuso excluyen generalmente a las relaciones lesbianas. Y lo peor es que si la víctima esta envuelta en una relación cerrada, encontrará mucho menos soporte que otras mujeres, y se sentirá mucho más sola.

* Muchas lesbianas no tienen a quien recurrir, porque con cualquier persona de las que puede hablar, incluyendo los servicios de apoyo, conocen a su pareja. Muchas sobrevivientes de abuso recalcan que no recibieron mucho apoyo de otras, dado que cuando mencionaron el hecho de estar siendo abusadas, la mujer que se suponía debía brindarle apoyo le respondía que no había forma de saber quién decía la verdad. Este es un punto que una mujer heterosexual rara vez o nunca debe enfrentar, que se ponga en duda su palabra cuando es víctima.
*La lesfobia social juega un papel fundamental.
El modo que la sociedad tiene de controlar y asegurarse que la norma de la heterosexualidad obligatoria se cumpla y a su vez teñirla de un barniz de superioridad es la homo/lesbofobia.
La lesbofobia es un conjunto de ideas y prejuicios que se convierten en parte de la cultura general y se manifiestan en chistes, chismes o comentarios acerca de la homosexualidad o el lesbianismo y por supuesto mucha violencia hacia nosotras.
Estos valores culturales que se internalizan en la familia son reforzados en las diferentes etapas de socialización por otras instituciones como la escuela, la iglesia, el club, en lo que se denomina “legitimación institucional de la violencia”. Esto se produce porque estas y otras instituciones reproducen el modelo de poder vertical y autoritario y de alguna u otra manera terminan utilizando métodos violentos para resolver conflictos institucionales, lo cual se transforma en un espacio simbólico propicio para el aprendizaje y la legitimación de las conductas violentas.
Estos valores establecen una jerarquización que privilegia una cosa por sobre la otra, donde aparecen los pares de opuestos que no son más que el discurso binario, dogmático que incluye a casi todas las instituciones existentes. La diversidad da miedo y así se legitima la violencia para controlarla, siempre aparece un disciplinador para generar miedo.
Frente a la pregunta ¿cómo se expresa la violencia por ser lesbianas? El 20% de las respuestas fue por homofobia/discriminación.
La lesbofobia en el seno de la familia es todavía muy grande. El 26% de las consultadas frente a la misma pregunta contestó por comentarios despectivos en la familia. Esta situación hace que para una lesbianas sea mucho más dificil buscar apoyo en el ámbito familiar dado que probablemente le darán armas a ellos para que califiquen a las relaciones lesbianas de disfuncionales y miserables.

La lesbofobia también es causa de que el sistema de justicia no toma el abuso en una pareja lesbiana seriamente, poniendo a la mujer víctima de abuso en el serio riesgo de que la justicia no intervenga para protegerla.
Y finalmente si alguna lesbiana acude a la policía para hacer una denuncia la mayor parte de las veces se expone a reacciones lesbofóbicas muy fuerte y tampoco es tomada en cuenta.
La lesbofobia internalizada actuá también de manera particular en un vínculo de maltrato entre lesbiana. Es un fenómeno complejo pero por un lado puede suceder que veamos a nuestra compañera como un espejo de algo que queremos ser pero que debido a nuestra socialización nos enseñaron que era malo, perverso, inmoral, y por tanto era válido atacar o destruir. Por que si la maltratadora tiene a su vez un alto grado de lesbofobia internalizada los ataques a su compañera pueden ser mucho más violentos. También puede ser que la la maltratadora haya recibido mucha violencia y discriminación por su condición de lesbianas y no pueda descargar esa violencia de otra manera que frente a su compañera.
Si, por el contrario la que tiene un alto grado de lesbofobia internalizada es la persona que esta siendo maltratada le impedirá ver y asumir lo que le está pasando, entre otras cosas porque sentirá que los ataques de su compañera son “justificados” porque se merece lo que le está pasando.

Compartimos con las mujeres heterosexuales la violencia que el sistema ejerce sobre nosotras, a la que se suma la carga extra de violencia que recibimos como lesbianas. Todavía tenemos mucho que aprender sobre el maltrato entre lesbianas tenemos por ahora más preguntas que respuestas.
Estoy convencida que asumir que existe el problema es parte de la solución pero además considero que el problema de la violencia es un problema estructural que solo podrá empezar a subsanarse si examinamos y resignificamos las identidades de género y las concepciones y estereotipos sociales sobre esas identidades. Finalmente estoy convencida de que la única manera de terminar realmente con la violencia de cualquier tipo que sea es desmantelar las ideologías sociales que aceptan la violencia como forma válida de resolver los conflictos de cualquier índole. En este sentido, lograr una sociedad sin violencia es una tarea de tod@s.


Bibliografía:
Alvarez, Julia: “En el tiempo de las Mariposas”, Plume Books, 1995. 320 pp.
Ferreira, Graciela: “Hombres violentos mujeres maltratadas”, Buenos Aires, Sudamericana, 2da edición 1995, 430 pp.
Hart, Bárbara; "El Maltrato entre Lesbianas, un análisis" en: Kerry Lobel (editora) "Naming the Violence. Speaking Out About Lesbian Battering", The Seal Press, Seatle, 1986.
Renzetti, Claire; "Violent Betrayal; Partner Abuse in Lesbian Relationships"; Sage Publications, California, EEUU, 1992.
Capellino, Natalia: Aspectos psicosociales del hombre golpeador. En Vain, Leonor (coordinadora): Mujer golpeada, Buenos Aires, Editorial Besana, 1era edición, 1989.
Ferreira, Graciela: Hombres violentos, mujeres maltratadas. Buenos Aires, Sudamericana, 1992.
Vila, Cristina; “Violencia familiar. Mujer golpeada” Opúsculos de derecho penal y criminología, apuntes de cátedra, facultad de medicina, 1987.
Pratt Minnie Bruce: “Gender Quiz, lunch, profits” en: “S/He”, Firebrand Books, Ithaca, New York, 1995.
Vain Leonor (coordinadora): “Mujer Golpeada”, Buenos Aires, Editorial Besana, 1era edición, 1989, 282 pp.
Kali Munro, M. Ed. “Hablando de abuso en una pareja lesbiana”, Internet, 2004
Jorge Corsi, (compilador) “Maltrato y abuso en el ámbito doméstico”, 2003.


**********

Yuderkys EspinosaLa relación feminismo-lesbianismo en América Latina: una vinculación necesaria 1


A Mitilene y a La Casa de las Lunas,
por lo que, en diferentes momentos y países, representaron para muchas
de nosotras
en la conformación de un imaginario y una política feminista lesbiana.
A todas las lesbianas feministas
que antes y hoy hacen posible pensar una historia lesbiana
como referente fundamental en la trasgresión al patriarcado.


Lo que intento hacer en este breve ensayo es un acto de rememoración acotada del trayecto tortuoso y la vez apasionante recorrido por el movimiento lésbico latinoamericano y caribeño a partir de mi propia experiencia como activista y pensadora feminista. Lo que me propongo es, primero, acercarme a y proponerles una lectura posible de esta existencia al final del siglo XX. Lo hago en la necesidad de que no quede oculta, una vez más invisibilizada no solo por la institución heteronormativa, sino también por el feminismo y por las propias lesbianas: por tantos enfrentamientos, por tanto que no nos perdonamos, por tanto que nos corroe esa imposibilidad de affidamiento entre “nosotras”. Finalmente, y a partir de esta reconstrucción les propongo algunas tesis para pensar este trayecto histórico.

Un camino personal del feminismo y del lesbianismo.

“No ha sido menos la historia de mi deseo, que mi historia de la política: la necesidad de estar entre “mujeres” y la necesidad de liberarme de sus confines. Cuando se abrió la puerta me dispuse”.

Con el perdón de las compañeras que desde siempre han intentado negar la relación entre feminismo y lesbianismo, yo tengo que confesar una real imposibilidad de adscribir a una concepción política del feminismo que prescinda de esta vinculación. Ello se debe quizás a un vicio personal constitutivo, porque a pesar de los avatares y desencuentros que en la intercepción de este binomio se han producido, la política feminista a la que adscribí desde un inicio y en la que sigo creyendo hoy aun a estas alturas de dilución del movimiento, no puede pensarse sin la existencia de las lesbianas, de la misma manera como la política lesbiana que me interesa, mi propio acceder a denominarme y vivir como tal, no puede pensarse por fuera de la teoría y la práctica feminista. Negar u ocultar en mi intento de pensar a la política lesbiana o a la política feminista el nexo entre ambas que subyace a cualquiera de mis miradas, sería negar mi propia historia, mi propia refundación.

De hecho, en mi historia el paso que me llevó a una me llevó a la otra. La teoría y la práctica feminista con la que me topé a finales de la década del 80, cuando era una resignada estudiante de psicología lista para casarse, produjo en mi un cataclismo de consecuencias inesperadas. Un acercamiento a la teoría acompañado de una reflexión profunda sobre mis propias ataduras no me condujo sino a ese lugar de cuestionamiento del mundo que solo se logra a través del propio cuestionamiento. Si hay algo que puedo recodar de esa época fue que avivó una mirada inquisitiva sobre mi misma que me llevó a un cuestionamiento del propio deseo. De allí al amor disidente fue solo un paso. En ese momento, pero aún hoy, siento que el camino que elegí no podía haber sido otro. Para mi la propia reinscripción del deseo, fue el mayor reto, la mayor liberación.

“Llegué, entré y me puse a bailar con ellas. Ni bien acababa de llegar, entre risas y abrazos nos sorprendieron los primeros rayos de luz. La bella noche terminaba. Entonces, en medio del baile, en un instante definitivo, todas desaparecieron. Las busqué entre pitos, maracas, guirnaldas, vasos, botellas de cerveza, libros, afiches, volantes, discursos.... ya no había nadie, pero me nutrí de los restos” .

Mitilene, el grupo de lesbianas feministas que me vio nacer fue por mucho el grupo más radicalmente feminista que existió durante los 80´s en Dominicana. Fue gracias a su existencia que pude nutrirme de esa idea del feminismo que he rememorado en otra oportunidad como “experiencia de subjetivación”, como forma de habitar el mundo, como paso que nos vuelve otras 2. Y fue gracias a este feminismo que encontré y desarrollé un deseo lesbiano como política sexual y placer en la resistencia. Creo sinceramente que una política y una práctica feminista radical te conduce ineludiblemente a una “opción por las mujeres”, uno de cuyos resultados tiende a ser el desarrollo de una erótica lesbiana, para nada desdeñable, y es ahí uno de los problemas con que se topan las defensas feministas de la no lesbianización del movimiento. Tengo la sensación (que falta de rigurosidad científica!) que esta experiencia del feminismo como tránsito hacia otro lugar, como re-subjetivación, es algo que ha tenido que ver con un tipo de feminismo al que todavía adscribimos algunas hoy, y al que muchas adscribieron en el pasado, sobre todo en las décadas del 70 y el 80, en donde muchas hemos reencontrado nuestro amor hacia otras mujeres perdido en la primera infancia.
Y hay que decir con la idea de hacer un paralelo entre mi propia experiencia y la colectiva, que lo que yo viví después de este momento (muy muy corto para mi, ya que yo llegué al feminismo al final de los 80´s) fue un vacío importante. Porque a principios de los 90´s comenzamos a percibir que algo estaba cambiado. En mí pequeño país, por ejemplo, algunas intentamos resarcir la falta dejada por la desaparición de Mitilene e intentamos algunas otras experiencias grupales, en donde yo, ya sí, participaba. Y recuerdo la desilusión que me produjeron cada uno de estos intentos: lo que fue ya no era, las que fueron tampoco. En vano algunas intentábamos resistirnos cuando al poco tiempo ya se nos vino la carrera hacia Beijing. La pesadilla vino de tal forma que no nos dimos cuenta hasta que muchas ya estaban bien adentro: Cabildeo, negociación, agenda, lobby, financiamientos… derechos reproductivos… derechos sexuales y reproductivos (!!!?). El feminismo institucional en su gran época, en su gran despliegue. Y fue triste ver a todas esas lesbianas, las más de las de antes, en su intento patético de sobrevivir en la vorágine de un feminismo en el que ya no contaban definitivamente. El feminismo ya no era el mismo y en este no había espacio para la política de contra cultura en donde las lesbianas se reproducían y se convertían en referente, aun marginal, de discurso y prácticas.

Al tiempo que esto ocurría, una nueva agenda de derechos humanos y sexuales comenzaba a aparecer en el escenario internacional augurando un lugar de articulación para las llamadas “minorías sexuales”. Fue el llamado movimiento de lesbianas, gays, transexuales, bisexuales y todas las otras “T” y la “I” que se le fueron agregando en el camino. En un momento en que las lesbianas ya no eran interpeladas por un feminismo cada vez más heterocéntrico que en la búsqueda de su legitimación no dejaba de señalar la diferencia entre ser feminista y ser lesbiana, lo LGTTB fue un nuevo lugar de adscripción para algunas lesbianas que venían de una trayectoria feminista y para las que no. Aunque los primeros grupos de “homosexuales”, como a sí mismos se llamaban, se habían iniciado en casi todo el continente desde finales de los 60´s, no fue sino en los 80´s y principios de los 90´s que comenzó a perfilarse como un movimiento de carácter internacional. Este movimiento aglutinador de diferentes identidades sexuales y centrado en la demanda de reconocimiento a la que alude Nancy Fraser en sus recientes trabajos 3 , se había formalizado como tal en los EEUU y comenzó a gestarse en América Latina en un momento de inflexión, debilidad y perdida de sentido de las propuestas más radicales de transformación social, incluyendo la feminista. Con un fuerte impulso por parte de las agencias de financiamiento, se definió la nueva agenda para las lesbianas homologada y diluida a la de otros grupos en situación de desventaja social debido a sus prácticas sexuales. Las lesbianas impulsadas, contenidas y convencidas de un discurso cada vez más fragmentado que consideraba separadamente las diferentes opresiones, y que en particular separó la opresión patriarcal de la opresión sexual heterosexista, fueron instaladas en una lucha conjunta por el derecho, que reclamaban cada vez más las minorías, a la inclusión: Salud (léase VIH/SIDA, fundamentalmente), introducción de demandas en la agenda de las Naciones Unidas y de los gobiernos, legislación antidiscriminatoria, derecho a la maternidad y a la paternidad, derecho al matrimonio.

Encuentros, congresos, seminarios no dejaban de llamar a la unidad de la que se identificaba así misma como una “comunidad”. Mi cercanía cada vez mayor a la teoría y mi práctica política que siguió adscribiendo a una política lesbiana feminista, me llevó a una incursión en estos espacios, en donde, al igual que en el nuevo espacio feminista institucionalizado, siempre he sido una especie de voz disonante, una especie de “problema”. Trabajar aquí y allá, me ha permitido hacer el cruce de perspectivas y mantener con el tiempo esa articulación que creo necesaria entre feminismo y lesbianismo. Ha sido darme cuenta de lo que se ha perdido en la ruptura a nivel del análisis y de la Utopía. Además del dolor por la prácticamente desaparición de la figura de la lesbiana del ámbito feminista, ha sido una daga al corazón ver la evolución del movimiento LGTTBI, donde una vez más la lesbiana, devenida de mujer, ha pasado a ser la olvidada tal cual la organización patriarcal más antigua 4. Cuando en medio de uno de estos encuentros se organizó el concurso “Miss Universo Gay”, comprendí por donde andaba el problema: no era lo mismo lo que andábamos buscando.

En términos generales podemos decir que, para lo que nos ocupa, los 90´s fueron lo que he comentado más arriba. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar en este recorrido la brecha que abrió, a mediados de los 90´s, la línea del feminismo autónomo, en donde muchas lesbianas feministas encontramos un espacio de resistencia activo. No puedo dejar de mencionar tampoco el particular caso de Argentina, en donde gracias a un proceso tardío de dictadura que se extiende hasta el 1983, los movimientos sociales y en particular el movimiento feminista y los movimientos que este ayuda a abrir, están todavía en pleno desarrollo hacia mediados de los 90´s. He aquí el hito que marcó, por ejemplo, una Casa de Las Lunas, espacio de lesbianas feministas en Buenos Aires, en un momento de ruptura en donde ya casi en todas partes una política lesbiana feminista había sido cancelada, desechada y acusada de “separatista” (término que ya para la época gozaba de una carga negativa) 5.

Por su parte, después de Chile y en cada uno de nuestros países, un autodenominado movimiento feminista autónomo, fundamentalmente articulado por feminista lesbianas, logró por un breve y efímero momento una llamada de atención sobre la perdida de radicalidad del feminismo, con unas consignas y una visión del movimiento impregnada de ese espíritu de “comunidad entre las mujeres” y la recreación de otras formas de estar en el mundo, como recuerdan los escritos y las acciones de Margarita Pisano, en Chile; de Ximena Bedregal, entre otras, en México; de las Mujeres Creando, en Bolivia; de La Casa de las Lunas, las jornadas de autónomas y las publicaciones de ATEM, en Argentina; así como, las Chinchetas, grupo que junto a Ochy Curiel, fundamos en Dominicana. Si ciertamente este movimiento de corta duración no se denominó en su conjunto como un movimiento de feministas lesbianas, e incluso habían a su interior algunas compañeras que no se relacionaban eróticamente con otras mujeres, guardo la hipótesis de que ha sido aquí la última resistencia colectiva de importancia al avance de un feminismo que vaciado de sus posturas más radicales prescindió del análisis de la heterosexualidad obligatoria como institución fundante del patriarcado, y de las lesbianas como referente e imaginario de libertad e independencia femenina, disponible para todas las mujeres y no solo para las lesbianas.

Lo que el llamado feminismo autónomo trajo otra vez a la conciencia fue ese convencimiento que muchas tuvieron en los 70´s y en los 80´s de que levantar las bases sobre las que se sostiene la existencia de las mujeres como grupo al servicio de los varones, no puede lograrse sino a través de un trabajo profundo con nuestro propio ser y estar en el mundo, con todo aquello que sustenta la idea normativa de género y deseo. Así, en nuestras preocupaciones, nuestra política, nuestra mirada, nuestra forma de relacionarnos, rememoré esa política feminista lesbiana que había perdido tempranamente.

Pero el momento duró poco y ya para el 2000 poco quedaba de este movimiento. Con un feminismo desmembrado, desarticulado, huérfano de utopías, viviendo apenas de los proyectos y de las agendas internacionales, todavía andamos unas pocas feministas lesbianas tratando de sobrevivir en las pequeñas fisuras que aquí y allá se abren de vez en cuando…fisuras como la Casa del Encuentro en Buenos Aires, que si bien se sostiene fundamentalmente por lesbianas no políticas, se nos aparece a algunas como un oasis en el desierto, y allí estamos con los viejos vicios, con los dolores entre algunas, con esa manía de “crear movimiento”.

Algunas pistas para pensar la trayectoria de la relación feminismo-lesbianismo, en América Latina.

Si bien el trayecto que narro aquí es, como digo, muy personal y no cuenta más que de forma acotada mi propia experiencia, es interesante que al cotejarlo con otros intentos de sistematización realizados por otras autoras lesbianas respecto de su propia experiencia, aparecen en términos generales bastantes coincidencias. De hecho, debido a que muchas cosas ya han sido dichas y sistematizadas en trabajos anteriores 6, solo trato en mi relato de remitirme a aquellos episodios de esta historia más general que marcaron un momento específico en mi propia trayectoria. En realidad me debo un relato mucho más amplio.
Lo que me gustaría proponer ahora es una reflexión respecto de la evolución de esta relación entre feminismo y lesbianismo en América Latina desde la década del 80, y que puedo colegir de esta reconstrucción.

Hay una vinculación necesaria entre feminismo y lesbianismo que yo entiendo tiene que ver con una comprensión cada vez más acabada dentro de la teoría feminista de la heterosexualidad obligatoria como institución social responsable de la producción de un sujeto femenino cuyo deseo e identidad asegura la dependencia al varón. Esto es algo que teóricas como Butler, Teresa de Lauretis y MacKinnon, entre otras, han tratado de demostrar en sus trabajos y en lo cual no me explayaré aquí porque no es el objetivo 7. Lo que sí quiero afirmar es que parecería que una práctica feminista que pretenda ir más allá de la demanda de igualdad, de identidad y de derechos, pone en juego la aparente naturalidad con que se presupone que se establece la unidad sexo-género-deseo, como si fuera un ámbito descontaminado de poder y por tanto obra de cada historia particular, abriendo, así, caminos de auto cuestionamiento y de experimentación personal en la que el lesbianismo aparece como una acción conciente y deseada de unir política y vida. De hecho se pueden documentar muchas experiencias de feministas que no encontraron o no percibieron o no se enfrentaron a su deseo lesbiano hasta que entraron al movimiento. Lo que quiero decir con esto es que hay suficientes pruebas históricas como para afirmar que un camino de libertad para las mujeres está unido a una revisión de la relación con los varones a todos los niveles y que ello ha llevado a muchas a desarrollar formas de sexualidad y relación que excluye o hace marginal la presencia de los hombres en sus vidas.
Afirmar esta realidad ha sido problemática fundamentalmente para un feminismo que se juega con el poder imperante y cuya lucha es fundamentalmente la inclusión. Así, se volvió cada vez más problemática la figura de la lesbiana, así como la política feminista del yo, una vez que entramos en los 90´s a una carrera por la legitimación y la lucha por el poder del movimiento. Con la instalación definitiva del feminismo de las agendas internacionales en casi todo los países, ya no hubo al interior del feminismo espacio para una política que pensara a la sujeta feminista como una sujeta constitutivamente "autocrítica, distanciada, irónica, excedente-excéntrica” respecto a la ideología del género 8.

Un feminismo institucionalizado dependiente de las agendas internacionales y volcado a las demandas, hizo posible la casi desaparición de la fuerza política y simbólica de las lesbiana al interior del movimiento. Las propias lesbianas feministas tuvieron que ver con ello debido a que muchas de ellas apostaron en los 90´s a una agenda de derecho internacional que vieron tenían la posibilidad de compartir con el resto de las mujeres, abandonando sus posturas más radicales del feminismo como “arte de la existencia”, y estando dispuestas a negociar su propia visibilidad como lesbianas. El feminismo de estado y de las agendas internacionales hizo su propia lectura estratégica de cómo tratar el tema del lesbianismo, ahora pensado como homosexualidad en general, de la forma menos conflictiva, ergo mas vaciada de contenido. Fue así como de cuestionar la heterosexualidad obligatoria como institución patriarcal que oprime a todas las mujeres, se pasó a “derechos sexuales y reproductivos”. Las otras entradas fueron la de tolerancia y “diversidades sexuales”, en concordancia, como veremos, con la política de reconocimiento impulsada por la propia agenda internacional gay 9.

Por su parte el lesbianismo fuera y en algunos casos en oposición franca a un feminismo opresivo para las lesbianas, transformó la propuesta más radical del lesbianismo que al interior del feminismo cuestionaba en último término la categoría misma de identidad sexual planteándose la liberación sexual de todas las mujeres, en un mero añadido a la política gay centrada en la demanda de derechos y reconocimiento, potable a las agencias de financiamiento. Con la consolidación de una agenda internacional más light, despojada de un análisis complejo de la interrelación entre las diferentes opresiones de género-clase-raza-heterosexismo, y una centralización en la prevención del SIDA y la demanda de legalización de parejas homosexuales, entre otros temas de inclusión, las lesbianas quedaron en un lugar secundario invisibilizadas por la arremetida gay, en un 1er momento, y después por la inclusión de las travestis.

Finalmente quiero concluir reflexionando en voz alta sobre el por qué de este lugar secundario que una vez más las lesbianas han venido a ocupar en un espacio de articulación como el LGTTB. Cómo habiendo sido lesbianas los referentes fundamentales en la producción de los argumentos conceptuales y teóricos que le han servido de sustentación a los movimientos socio-sexuales, han sido los gays y las travestis las que mayor usufructo han obtenido, hasta el momento actual, de estas teorías. Quiero preguntarme cómo una conceptualización como la de la heterosexualidad obligatoria, incompresible fuera de una crítica del patriarcado, puede terminar siendo un análisis de menor provecho para las lesbianas. Si bien esto amerita de una reflexión particular, yo me atrevo a adelantar una lectura que quiero proponerles en forma de pregunta que dejo abierta: no será que la institución de la heterosexualidad obligatoria, siendo una institución que fundamentalmente asegura la dependencia de la mujer al varón, así como el dominio de su capacidad reproductiva, es una institución que afecta específicamente y no más que a las mujeres? ¿No será que para el heterocentrismo lo verdaderamente impensable por desestabilizador es la ruptura que produce la lesbiana?


Notas
1- Presentado en las Jornadas de Lesbianas Feministas de Rosario, Argentina. Celebradas el 26 de junio del 2004. Agradezco a las organizadoras de Safo Piensa por la invitación.
2- Espinosa, Y. (2003) Sobre el Feminismo Hoy. A la búsqueda de un otro sentido del ser y el hacer feminista en este tiempo. Publicado en www.creatividadfeminista.org y de próxima aparición impresa.
3- Fraser, Nancy (2000a). “¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia en la era postsocialista” en New Left Revieu, No.0, Akal, España.
4- Quizás se puede historizar el lugar de la lesbiana en el movimiento viendo la evolución misma del orden de las siglas de autodenominación del mismo, esto es, quién aparece delante y quién detrás. Si bien, como me ha señalado Fabiana Tron, en un 1er momento, durante la época fundacional del movimiento de diversidad sexual en los países del norte, la “G” apareció presidiendo las siglas, gracias a la lucha de las lesbianas feministas de estos países que concientizaron sobre la mayor invisibilidad y desventaja social de las lesbianas como mujeres, se logró cambiar el orden de manera que apareciera la “L” delante. Así, cuando a principios de los 90´s aparece el movimiento en América Latina, con la conciencia instalada a nivel internacional, se inicia nombrándose LGTTB. Para finales de la década, sin embargo, gracias a la progresiva desaparición y perdida de poder de las lesbianas al interior del feminismo y del movimiento de sexualidades, estas pierden el terreno ganado y ocurre un retroceso a la posición inicial con la “G” prescindiendo nuevamente.
5- No está de más señalar que además de La Casa de las Lunas, en Buenos Aires, hubieron otros espacios importantes de lesbianas como “Lesbianas a la Vista”. Si no los he referido aquí tiene que ver con que estos espacios no adscribieron o al menos no se nombraron explícitamente como feministas. Igual, queda por hacer un trabajo específico sobre el movimiento de lesbianas en la Argentina para los 90´s, cosa que debido a los límites de este trabajo queda pendiente.
6- Recomiendo para ampliar y completar esta trayectoria histórica leer los trabajos de: Claudia Hinojosa (2003) “Historia sobre la presencia publica de las feministas lesbianas”, publicado en: http://www.sentidog.com.ar/nsen/noticias/cortitas.phtml?id=1442. 7-7-7 También ver a: Norma Mogrovejo (2000) “Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina”. México, DF: Plaza y Valdés. Especialmente recomiendo el capítulo sobre “Los encuentros lésbico-feministas de América Latina y el Caribe”.
7 - Para indagar en esta idea de la producción del deseo propongo las lecturas de: Butler, Judith ([1997]2001). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Madrid: Cátedra.; de Lauretis, Teresa ([1996]2002). Diferencias. Etapas de un Camino a través del Feminismo. Madrid: Horas y horas.; Foucault, M. (1990). Tecnologías del yo y otros textos afines. Barcelona: Paidos.; Jambet, C.: “Constitución del sujeto y práctica espiritual. Observaciones sobre la práctica de la sexualidad”, en: Balbier, E.; Deleuze, G.; Dreyfus, H.; Et. Al. (1995): Michel Foucault, Filósofo. Barcelona: Gedisa,
8 - De acuerdo a de Lauretis, (ibid), el feminismo ha producido fundamentalmente un “sujeto excéntrico”, que respondería a estos parámetros de posición crítica al mandato patriarcal heterocéntrico.
9- A esta situación atribuyo los malos entendidos que se dan desde hace algunos años en los ambientes feministas, respecto de una política de “derechos sexuales”, como el único formato posible de entender una política lesbiana. Desde hace algunos años se ha venido consolidando la idea de que una política feminista “progre” y defensora de las lesbiana se refiere al añadido de las llamadas “demandas particulares” de los grupos homosexuales, considerados por demás, como conjunto particular, al conjunto de demandas feministas actuales. Dichas demandas particulares, en mi lectura, coinciden con esta idea de “exigencias de reconocimiento”, que atribuye Nancy Fraser (1997 y 2000b) como los objetivos de la política de los movimientos socio-sexuales. A pesar que no pongo en duda las buenas intenciones ni el compromiso de Fraser ni de quienes apoyan esta interpretación con la lucha de los homosexuales, me parece un error en su marco teórico pensar el reconocimiento como la categoría conceptual que daría cuenta de una política cultural, en tensión y oposición con una política social. Creo que los argumentos que vengo planteando sobre las bases conceptuales y el tipo de política que entiendo ha caracterizado al lesbianismo feminista explican mi crítica al marco teórico que propone, no solo por las mismas razones que ha explicitado Judith Butler (2000) en su crítica a esta propuesta, sino porque me parece un error de base definir como una de las puntas en tensión, aquello que en realidad refiere a la visión de una de las tendencias, por demás problemática, dentro del conjunto que conforma el movimiento de sexualidades. Como muy bien ella argumenta en su análisis de las soluciones, justamente porque la demanda de reconocimiento no transforma a niveles profundos el sistema de poder, no podemos proponer una definición de la lucha contra la heterosexualidad obligatoria como un problema básicamente de ofensa al status y de necesidad de reconocimiento. Este error de lectura, que obvia todos los esfuerzos y los aportes más importantes a la teorización de feministas lesbianas al interior de la academia, tiene que ver a mi entender con la imposibilidad del feminismo actual de comprender la sexualidad como un tema íntimamente imbricado con el mantenimiento del patriarcado, cosa que nos llevaría a pensar el ámbito de la sexualidad no como un tema de derechos, sino fundamentalmente de producción de sujeto.


Bibliografía consultada
Butler, Judith (2001). El género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. Paidós, México D.F.
---------------- (2001). Mecanismos psíquicos del poder. Teorías sobre la sujeción. Madrid: Cátedra
------------------ (2000). “El marxismo y lo meramente cultural”. En: New Left Review No. 2, mayo-junio 2000.
CICAM (1997). Permanencia Voluntaria en la Utopía. México D.F.: La correa feminista.
De Lauretis, Teresa (2002). Diferencias. Etapas de un Camino a través del Feminismo. Madrid: Horas y horas
Espinosa, Yuderkys (2003) Sobre el Feminismo Hoy. A la búsqueda de un otro sentido del ser y el hacer feminista en este tiempo. Publicado en www.creatividadfeminista.org y de próxima aparición impresa.
Fraser, Nancy (2000a). “¿De la redistribución al reconocimiento? Dilemas de la justicia en la era postsocialista” en New Left Review, No.0.
----------------- (2000b). “Heterosexismo, falta de reconocimiento y capitalismo: una respuesta a Judith Butler”. En: New Left Review No 2, mayo-junio, 2000.
------------------ (1997). Justitia Interrupta. Colombia: El siglo del hombre editores
Hinojosa, Claudia (2003) “Historia sobre la presencia publica de las feministas lesbianas”, publicado en:http://www.sentidog.com.ar/nsen/noticias/cortitas.phtml?id=1442
Mogrovejo, Norma (2000) “Un amor que se atrevió a decir su nombre. La lucha de las lesbianas y su relación con los movimientos homosexual y feminista en América Latina”. México, DF: Plaza y Valdés
Pisano, Margarita (1996). Un cierto desparpajo. Santiago de Chile: Número Crítico.


**********

Selección de poemas


La llave

La miro con detenimiento,
con fruición. Es diferente: brilla
con luz y oscuridad, su forma
quiso parecer un corazón
pero quedó a la mitad.

Sonríe y mira.
"La llave de mi corazón" decís al
ponerla sobre mi mano,
y vuelvo a mirarla por si fuera cierto,
como si sólo debiera
elegir el momento, el modo de la entrada.

Creer en las palabras, en el
latir que las empuja hasta la dicción,
que lo que dicen es cierto,
de alguna manera.
Creer en lo que se ve, en lo que el cuerpo
recibe, agradecido, y que el sudor deja
más que sal piel adentro.
Antes que la religión, el amor
es materia de fe.



Macky Corbalán


-----
Dedos que escribieron

otro cuerpo,

yemas que palpan

el misterio.
Reclinada
hojeando los labios

de mi sexo

persigo el hallazgo

más profano...

la espesura de ser otra.



Valeria Flores


-----

¿Qué sé de ella
cuando me arrogo el derecho
de hablar de nosotras?

En el cuero de la noche
nuestros cuerpos surgen
como el único vestigio amoroso
en este desierto.

Pero vuelvo sobre mi
ignorancia cuando ella
calla y no sé
dónde poner tanto silencio
dibujado en el aire
que apenas nos separa.

Sé algo de su amor.
Lo sé por la suma de sus gestos;
pero desconozco el triste
lado, oscuro de sus lunas.

La esfera musical que me sigue
en sus ojos, en su figura
esbozada en la penumbra
me permite ser en ella
y en nosotras, la otra
que la ama. La que ama
la luz que crece en Diciembre.



Gabby De Cicco

-----

Atrapada en el cambio
quiero ser mi insistencia,
una fruta que madure
el arte de aplacar tu dolor,
la voz que te diga amada
desde algún punto del espacio.

No pedí que me dijeran el día
de mi muerte
ni tampoco que me digan
si de suerte
va la cosa.

Sospecho que alguien
te hará daño
y lo digo.

Por la orilla del río
hablaré con la memoria.



Irene Ocampo

-----

Madre Eva de la Gozosa Digestión del Fruto
del Bien y del Mal.
Líbranos de los beatos buscadores de Sodomas
y de su fuego.

Líbranos también de los episcopales diluvios fachistas.

Oh, Eva Orgasmada de la Venerable Concupiscencia
vela ahora y siempre por el manantial de nuestro clítoris
por nuestras ondulaciones.
Concédenos la gracia del deseo y del retozo.
El erotismo de cada día renuévalo hoy.
No nos dejes caer en la cama errada
y si así sucede, danos la fuerza para vestirnos y marcharnos.

Oh, Reverenciadísima Eva de la Sabrosa Sabiduría
danos tanto éxtasis como resurrecciones nos quepan en el cuerpo.

Líbranos del temor y los prejuicios.
Que probemos llaves.



Gabriela Robledo


Cierre de la actividad con marcha de visibilidad, de izquierda a derecha: valeria flores, Gabriela de Cicco, Irene Ocampo, Liliana Daunes, Fabi Tron, Gabriela Robledo


No hay comentarios: