28 de junio - Día del orgullo lésbico gay
Más allá del orgullo
Por Irene Ocampo*
No caben dudas de que pensar en el Día del Orgullo remite a variadas imágenes de personas más menos conocidas que aparecen en las calles, algunas vistiendo atuendos llamativos, para “celebrar” el orgullo de ser diferentes, reclamar un trato digno pese a esa diferencia, y también proporcionar diversión a quienes adhieren a estos actos públicos. En nuestra ciudad, el Acto lleva tres años celebrándose en
Pensar este día sólo como un día de fiesta supone pasarla bien e intentar no ver que en la esquina de la plaza el sistema político y la ideología que reguló a gran parte de la humanidad durante milenios puede seguir tan imperturbable como entonces.
¿Tiene algún otro sentido celebrar y festejar el Día del orgullo? Creemos que sí lo tiene, tomando en cuenta que al hacerlo estamos poniendo en tela de juicio valores hipócritas de una sociedad construida sobre la base de que los deseos y las formas de sentir de una gran parte de las/os humanas/os que vivimos en ella son iguales, y que ni siquiera tenemos alguna posibilidad de pensarnos seriamente como sujetos totales de Derechos.
Y pensarnos como mujeres lesbianas celebrando el día del Orgullo, tiene que ver con una gran intersección en la lucha de los movimientos reivindicatorios del siglo XX, y en lo que va de este nuevo milenio: la lucha de las feministas y la lucha de los gays y las lesbianas por la conquista de un mundo más equitativo, más abarcador y más vivible para muchas más personas. Una lucha que sin dudas comenzó pero que no tiene, por ahora, horizontes de culminación.
Una celebración tan privada como pública
Si me preguntan cómo me gusta celebrar el Día del Orgullo, puedo contestar sin titubeos que prefiero participar en un acto político-ideológico, casi de barricada, sin oradores-vedettes, y con varias oradoras lesbianas, en lo posible que más de una hable desde el feminismo lesbiano.
¿Y qué palabras me gustaría escuchar de las bocas de estas oradoras?
Una de las principales denuncias es la ausencia de las lesbianas, o de mujeres cuya preferencia sexo/afectiva la constituyen otras mujeres, en los programas de las Secretarías de
Esta denuncia está basada en el trabajo “Las lesbianas de América Latina y el Derecho al Desarrollo” que Alejandra Sardá y Claudia Hinojosa llevaron al Noveno Foro de
Recordar al público presente los aportes que las feministas lesbianas le hicieron al pensamiento crítico del movimiento feminista, y luego al de mujeres. Desde las presencias públicas “escandalosas” en las Cumbres Mundiales hasta las más silenciosas, y no menos influyentes, aportes en las actividades humanas de todo tipo y del día a día.
Me gustaría a mí que se recuerde, por ejemplo, un texto que rescata la presencia pública de las lesbianas en México escrito por Claudia Hinojosa, y que rinde un homenaje a quienes permitieron con su participación y su activismo que otras mujeres y otras generaciones, incluso de otros países, puedan ahora leerse en castellano y encontrarse en las palabras y en imágenes mucho más positivas que las que teníamos de las ‘desviadas’, y otra gran lista de palabras descalificadoras, de unas décadas atrás.
Sería muy importante tal vez para el público asistente a este acto, escuchar las realidades que vivimos las mujeres lesbianas, los derechos a los que no tenemos acceso en esta América Latina. Y aunque las argentinas, como dijera Diana Bellessi, hemos creído ser las más “cultas”, y yo agregaría las menos discriminadas, de América Latina, y como muchas intelectuales se resistieron a la revisión feminista por temor a que pensarse desde allí las llevara a un margen del que lucharon duramente por salir, las lesbianas no quisieron pensarse como tales y esta auto-discriminación nos llevó a permanecer invisibles, fuera del campo del incipiente movimiento por los Derechos Civiles de los grupos homosexuales. A esto hay que agregar la aparición de los activistas travestis, quienes ocuparon un lugar público y una palabra de “mujeres”, que no es el de las mujeres lesbianas.
Para completar este panorama de nuestra-muy-poca-presencia en el activismo gay-lésbico local, se debe mencionar la falta de articulación entre los diferentes grupos de mujeres feministas, y de lesbianas feministas. Aquellas quejas de Ilse Fuskova respecto de la discriminación que las feministas más involucradas en la política partidaria le brindaron a las lesbianas que manifestaron el 8 de marzo en el acto público en Argentina en 1988, cuando aparecieron con el cartel de “Cuadernos de Existencia lesbiana”, continúa teniendo hoy en día otras continuidades, otros nombres, y otros por que.
Lo que sí es claro es que esta falta de un espacio de diálogo es percibido y sufrido por miles de mujeres lesbianas en nuestro país, con un mayor efecto en las que viven en ciudades alejadas de Buenos Aires, ciudad autónoma hoy más que nunca gracias a la ley de parejas homosexuales sancionada por
En el rescate, por las utopías
“No cesa/ de nombrarse lo que no es en la palabra,// nube por ejemplo, un segundo antes/ que la muerte abata, no es, no, pero es,/ en la extraña paradoja que me da el ser// lo que soy, humana en medio del mundo/ que me roza y donde soy, con el pie/ afuera.” dice en su reciente libro “La edad dorada” Diana Bellessi, otra mujer, poeta argentina en este caso, que les dio la palabra a quienes estaban y se sentían en el mundo “con el pie afuera”, hasta que leyeron su libro “Eroica” y desde 1988, saben que ya no están ni estamos tan solas.
Nombrarnos a nosotras mismas, recordarnos, encontrarnos, más allá de la multiplicidad de filiaciones e ideologías, ya que volvieron porque no estaban muertas, es necesario, tanto como festejar y celebrar el día del orgullo.
Pensar que tal vez todos los días, o todas las semanas, podemos pasar por
Y recordar a quienes hasta hace poco estuvieron con nosotras, desde la palabra, la idea feminista, y que nos dejaron su pensamiento escrito y su fuerza y tozudez enormes, para que nosotras seamos más ricas y fuertes, porque ellas están en nuestra historia más reciente. Este es el homenaje para Safina Newbery, quien falleció el 8 de junio, y quien pensaba allá por 1990 en las relaciones de poder entre el lesbianismo y el feminismo, y que en la revista Feminaria Nº 5 pedía: “El feminismo para no morir tiene que luchar por la unión entre todas las mujeres sin distinción alguna. Y esta unión creará lazos de solidaridad entre nosotras.”
Para que con solidaridad, y más allá del orgullo, las mujeres lesbianas, feministas lesbianas, y femininistas, construyamos un futuro cercano democrático, y plural.
* Irene Ocampo es periodista, y coordinadora de RIMA - Red Informativa de Mujeres de Argentina.
Noviembre 2005
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