Acerca de las relaciones de poder entre el lesbianismo y el feminismo (*)
¿Qué pasa en los grupos y
personas feministas? De acuerdo a los postulados feministas revolucionarios, no
queremos una estructura verticalista, jerárquica y autoritaria como en la que
vivimos. Queremos una estructura donde los valores, las normas y pautas sean
horizontales, donde el poder esté repartido equitativamente entre todas sin
distinción y donde las relaciones sean de amistad. Esta estructura no existe
hoy en nuestro mundo conocido. De ahí que, dentro de los grupos feministas, las
mujeres heterosexuales feministas discriminen a las lesbianas y más todavía a
las lesbianas feministas. A pesar de que nuestra lucha sea en contra del sexismo,
o sea, de la discriminación de todas y cada una de las mujeres, la realidad es
que entre las feministas se discrimina.
Luego, ¿qué sentido tiene entre las feministas el aceptar a una mujer por ser heterosexual y rechazar a una mujer por ser lesbiana? Hay muchas formas de rechazar como: el silencio, el esconderlo, el que no se hable de ello, el que no se colabore, el temer que se las confunda, el no querer tener grupos de lesbianas en los locales o programas, etc., al muy buen estilo del patriarcado donde la mujer es “invisible” como mujer y sólo es visible como mujer de un varón; y mucho más invisible es la mujer lesbiana a quien ni el Vaticano nombra cuando escribe un documento sobre la homosexualidad. Para el Vaticano la homosexualidades asunto de varones.
¿Por qué es mejor ser
heterosexual que ser lesbiana? Hagamos un poco de historia y de antropología:
en una estructura donde el placer queda relegado a un segundo plano y solo se
considera aceptable la relación coital que tiene como fin engendrar hijos, se
entiende que se rechace a las lesbianas y a los gays. La Iglesia Católica es
coherente en su prédica. Los grupos humanos que necesitan muchos brazos para el
trabajo o para la guerra, también son coherentes al aceptar sólo el coito como
relación sexual normal. Esa es la
norma para que así el género humano se multiplique. Pero tengamos bien en
cuenta que estas estructuras no son liberadoras. En grupos humanos como el
nuestro dónde cada vez se necesita menos gente porque basta con pocas personas
especializadas, ya que estamos en la era de las computadoras y los robots, ¿qué
sentido tiene luchar por la relación coital como la norma aceptada? El placer sexual tiene la primacía y el engendrar
hijos/as pasa a segundo lugar. Los/as hijos/as son programados.
Luego, ¿qué sentido tiene entre las feministas el aceptar a una mujer por ser heterosexual y rechazar a una mujer por ser lesbiana? Hay muchas formas de rechazar como: el silencio, el esconderlo, el que no se hable de ello, el que no se colabore, el temer que se las confunda, el no querer tener grupos de lesbianas en los locales o programas, etc., al muy buen estilo del patriarcado donde la mujer es “invisible” como mujer y sólo es visible como mujer de un varón; y mucho más invisible es la mujer lesbiana a quien ni el Vaticano nombra cuando escribe un documento sobre la homosexualidad. Para el Vaticano la homosexualidades asunto de varones.
El feminismo para no morir tiene
que luchar por la unión de todas las mujeres sin distinción alguna. Y esta
unión creará lazos de solidaridad entre nosotras. El patriarcado tiene como
norma que cada mujer sea de un varón (padre, marido, hermano, amante, hijo – el
padre sale de viaje y le dice a su hijo varón: “cuida a tu madre” -, el capellán,
etc.) Otra norma del patriarcado es buscar la competencia y la enemistad entre
las mujeres para que no se unan, ya que unidas serían peligrosas. Que cada
mujer sea de algún modo de un varón, así el sistema las puede controlar. La
amistad entre mujeres está mal vista (ver artículo que saldrá en “Cuadernos de
Existencia Lesbiana”, N°9, de Safina Teresa Ortega(**). Dice la teóloga
feminista católica de los EE. UU., Mary Hunt: “La amistad entre las mujeres es
el mejor antídoto contra el patriarcado”. Y recordemos que la palabra amistad
tiene la misma raíz que amor.
La palabra “lesbianismo” se
refiere primero y principalmente al amor entre las mujeres: yo soy lesbiana
porque amo a mi madre, a mi hermana, a mis hijas, a mis sobrinas, a mis amigas
y a todas las mujeres que he amado durante mi larga vida.
En segundo lugar, se refiere a
una relación homosexual. Pero este término está mal usado ya que “sexualidad”
siempre se refiere a la relación aceptada por el sistema. Y el lesbianismo se
refiere a una relación erótica. Y según la filósofa estadounidense Claudia
Card, el término viene de la poesía erótica no de la historia de la medicina o
de la psiquiatría. Dice: “¿Qué es lo “sexual” de la llamada “orientación sexual”
aparte del género sexual de las participantes? ¿A qué propósito se sirve,
llamando al acto de “hacer el amor” o “juego físico” un acto sexual?” Y la
autora va explicando que erótica puede ser una palabra, tanto oral como
escrita, una mirada, una canción, un poema, y también un contacto piel con
piel, algo que me toque ya que es un “individuo encarnado” la que toca y es
tocada. El fundamento del erotismo es que me haga “sentir placer”, que yo
sienta amor, ternura, placer, fascinación, Yo y Tú. Claudia Card en su ponencia
en el II Encuentro Internacional del Feminismo Filosófico, llevado a cabo en
Buenos Aires durante el mes de noviembre de 1989, define o explica la palabra
erotismo así: “Erótica se refiere a la capacidad emocional o a una construcción
social armada sobre ella. Se refiere además a un cierto tipo de capacidad para
una excitación placentera, como, por ejemplo, la susceptibilidad – al ser
tocada – de descubrir una gozosa sorpresa que se nos revela en ese mismo
momento”. Sería tocar con la mirada en los ojos, con palabras que oigo, que
leo, con una mano sobre la mía. Y ese “tocar” me produce o le produce placer,
asombro, felicidad. ¿Qué pasa, entonces si yo me enamoro de una mujer y siento
por ella un placer erótico y deseo hacer el amor con ella? Sucede que no soy
libre ante la sociedad patriarcal de hacerlo. Tengo que esconderme para
demostrar mi amor, no puedo manifestarlo a la generalidad de las personas sino
sólo a aquellas que no le temen al acto erótico de amar y hacer el amor con una
mujer. ¿Es que el feminismo debe componerse solamente de mujeres
heterosexuales? ¿Qué nos importa con qué sexo goza una mujer? Lo que nos debe
importar es que goce, ya sea con una mujer como con un varón. No permitamos que
el patriarcado y el capitalismo infecten nuestro movimiento dividiéndonos en
lesbianas y heterosexuales. Somos todas mujeres capaces de amar y gozar eróticamente
con cualquier persona. Somos todas sujetos libres que elegimos lo que nos gusta
y no lo que nos impone la autoridad convirtiéndonos en objetos. Soy mujer y me
enamoro de una mujer. Soy mujer y me enamoro de un varón. Lo que importa es que
yo pueda decidir libremente en todo lo que hago, pienso y deseo, sin obediencia
debida. La heterosexualidad es obligatoria cuando no me permito amar y
enamorarme de una mujer, pero no es obligatoria cuando la elijo porque me gusta
más. Entonces, ¿por qué no acepto a las lesbianas?
Para comprender estas ideas que
expongo sobre lesbianismo, veamos otros tipos de relaciones de opresión dentro
de nuestra cultura: en un movimiento de negros/as contra el racismo, ¿serán
mejor vistos/as las mujeres y varones que aman y hacen el amor con blancas/os
que aquellas personas que lo hacen con negras/os? En la lucha de clases, ¿será
mejor considerada aquella gente que ama y hace el amor con capitalistas y gente
poderosa, que la gente obrera o lumpen amando y haciendo el amor con otros/as iguales
a ellas? Creo, con muchas otras feministas, que nuestros movimientos feministas
van perdiendo fuerzas y objetivos por no aceptar el lesbianismo como una de sus
banderas más fuertes para luchar contra el patriarcado y el capitalismo. “El
amor entre las mujeres es el mejor antídoto contra el patriarcado.”
Dentro de la estructura
patriarcal no se dan relaciones de igualdad porque es una estructura de
enemistad ya que sus relaciones son de opresión. El feminismo busca una
estructura de amistad donde todas/os nos amemos. Pero para llegar a esa
estructura de igualdad debe ser destruida la estructura de enemistad que lucha
por enemistarnos entre nosotras y convertirnos en mujeres del patriarcado,
mujeres que discriminan a otras mujeres: mujeres de varones que discriminan a
mujeres con mujeres. Parecería que para las feministas las mujeres de varones valen más que las mujeres con mujeres.
Seamos sujetos libres y no robots
del patriarcado. Seamos lo que queramos ser sin esperar que nos digan qué
debemos ser y hacer. Seamos mujeres feministas lesbianas capaces de amar a las
mujeres y capaces de enamorarnos de mujeres. Seamos mujeres feministas
heterosexuales capaces de amar a las mujeres sin temor de llegar a enamorarnos
alguna vez de una mujer. Cuando rompamos con el patriarcado y éste desaparezca,
entonces si seamos mujeres que amamos y hacemos el amor con personas que nos
gustan sean del sexo que elijamos.
El lesbianismo, en el sentido más
amplio, es la institución que nos salvará del patriarcado, no sólo a las
mujeres sino también a los varones. Es miserable ser un opresor/a como es
miserable ser una oprimida/o. “Quien tenga oídos para oír que oiga” (Ev. S. S.
Marcos, C. IV, v. 9). Y yo digo: quien tenga ojos para leer que lea y sepa
escuchar el mensaje de amor y solidaridad con las mujeres para ser capaces de
liberarnos algún día, liberando también a los varones, de la injusticia del
patriarcado y del capitalismo.
(*) Ensayo publicado en la Revista Feminaria, Año II, N° 5, Buenos Aires, abril de 1990.
(**) LESBIANISMO: REBELIÓN A LA NORMA OPRESORA Cuadernos de existencia lesbiana N°9
(**) LESBIANISMO: REBELIÓN A LA NORMA OPRESORA Cuadernos de existencia lesbiana N°9
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