Archivo documental digitalizado del activismo lésbico, conformado por el registro de producciones gráficas y teóricas, registros fotográficos y sonoros, encuentros reflexivos y acciones callejeras de grupos y activistas lesbianas de diferentes momentos históricos, múltiples posiciones políticas, y diversas geografías de Argentina. Está en permanente construcción, envianos tus aportes y colaboraciones.

lunes, 25 de octubre de 2010

Morgan Ztardust


Punkqueerfemme


Yo estoy muy orgullosa de elegirme (punki) femme y de haber construido una feminidad queer alternativa hecha con retazos de las feminidades que más me influenciaron biográficamente. Y no casualidad, las feminidades que más me marcaron y de las que me sirvo para habitar una feminidad que quiero riot grrrl, noir, cyber-punk, cyborg, manga/animé, cabaret/burlesque drama queen, son feminidades de drag queen, feminidades flapper, femenidades marica; no la feminidad "transparente" de una mujer cisexual y hetero. Me aburren mortalmente las mujeres. Maricas, drag queens, travestis, mujeres trans, las siento mucho más aliadas y más cercanas a mí que las mujeres en general. En la mayoría de los casos, las mujeres no confeccionan autoconscientemente su propia feminidad, sino que la vivencian como una dirección obvia y "natural". ¿Y por qué elegí la feminidad como parte de mi guión personal? ¿Por qué no la masculinidad? Es cierto que la masculinidad es tan teatral como la feminidad, pero se trata de dos ejercicios de estilo distintos. La máscara femenina que a mí me interesa habitar es pura ópera desencadenada: drama, barroquismo, pasión, fuerza, intriga, misterio. Me gusta la feminidad noir, elegante, bamboleante y vaporosa de las starlets de David Lynch, pero también la feminidad guarra, camp e insurrecta de las heroínas de John Waters, porque abrazo de todo corazón aquella frase de Charles Baudelaire que dice: “lo que hay de embriagador en el mal gusto es el placer aristocrático de desagradar”. Por otra parte, sucede que, donde quiera que vaya, observo una infravaloración sistemática de la feminidad. Es cierto que, históricamente, miles de relatos no nos han ayudado en este sentido: los mitos y lugares comunes han confinado a la feminidad al lugar del artificio, de la mentira pérfida, corporalizándola como objeto sinuoso de seducción o con mucha suerte, como la personificación de la traición. Desde que comencé a nombrarme feminista, hay una suerte de nueva moralidad normativa que veo, en la que lo femenino se sigue concibiendo de manera abyecta: muchas feministas reniegan de la feminidad, como sinónimo unívoco de opresión; de la misma manera que, aparentemente, la única manera de visibilidad divergente para las lesbianas es la de la masculinidad lésbica. (Paréntesis aparte, encuentro muy necesario poner en cuestión el lugar común de la femme dependiendo complementariamente de una masculinidad a su lado: las femme no necesariamente nos construímos en relación al deseo de cualquier masculinidad, sea butch, hetero-cisexual, trans, etc. A mí, personalmente, me gustan las feminidades y las masculinidades por igual, siempre y cuando se trate de auto-enunciaciones conscientes, interesadas en revisar y desmantelar privilegios y jerarquías).


Es entendible el rechazo que genera en much*s el mito de la feminidad: Diane Torr (artista performática que comienza con las primeras experiencias de talleres drag king, como espacios lúdico-políticos de desprogramación de género, de empoderamiento colectivo y personal) define, con mucha razón, la feminidad blanca-hetero-cisexual en estos términos: “quiero gustarte, que me abraces, quiero que me sostengas, quiero que me tengas”. Pero, por otra parte, existe una vibrante profusión de feminidades subalternas y rabiosas, ansiosas por saltarle a la yugular a la imagen ahistórica e inmaculada de la “feminidad natural, frágil y subordinada”, y lamentablemente, no hay demasiados espacios para pensar políticamente la feminidad, como apuesta revulsiva de resistencia, desvío, reapropiación y empoderamiento.Por esta razón, no pienso en la feminidad como un continuo y complaciente conceder y ofrecerme, a los ojos de otros. No busco la “belleza femme” (no quiero ser un estanque de descanso visual para los ojos de nadie), utilizo la feminidad como una estrategia política de shock, esto es, ¡hacer ruido y más ruido! Quisiera pensar que mi feminidad es puro teatro kinoki, exhibir todas sus costuras y amaneramientos me hace sentir más cerca de un cartoon o de un manga que de una persona en sí. Y decididamente, quiero erradicar todo rastro de presunta "naturalidad", "naturaleza" o "natura" en mi persona. Si me tiño el pelo, va a ser del color más endiabladamente artificial e imposible jamás concebido. Si me maquillo (como una puerta), nunca va a ser para disimular mi maquillaje, sino para tensar el teatro de mi piel y dejarlo... a punto caramelo. Decididamente, la rivolta será (de) cartoon/cartón o no será.Aprendí a maquillarme mirándolo a Bowie, a Lou Reed, a los New York Dolls, a todos los rockeros glamsters cross-dressers de los 70s. Confeccioné una feminidad animé/cyborg observando de cerca a Klaus Nomi, a Nina Hagen, a Boy George, viendo una y otra vez "The Rocky Horror Show". Me calcé stilettos imitándola a Lydia Lunch en un espejo y comprobé maravillada que no hay nada más sexy que una atorranta con borcegos y animal print pasando por alto la mirada implorante de borreguitos hetero en la calle. Cuando me maquillo, me pongo la ropa que yo quiero y salgo a la calle, siento que estoy cabalgando sobre ruido. Y ese ruido se amplifica más aún cuando elijo estratégicamente hacer caso omiso de determinadas miradas y de disputar ciertos espacios restringidos e impensables para alguien como yo. Y, claro que sí, fui llamada para ensuciar mi feminidad: después de maquillarme, muchas veces me arrojo agua a la cara para enturbiar mi maquillaje y lograr que florezcan hermosas pestañas torcidas, tan repelentes a la belleza Loreal, belleza aséptica de las simetrías y las superficies pulidas. Me gusta hiperbolizar lo femenino en ese sentido, y contaminarlo de otros signos. Una solerita blanca y floreada, una vincha con una rosa artificial, una pulsera con plumas falsas. Un ejercicio liberador de ironía, jugar a la acumulación arquetípica, subvirtiendo insolentemente el conjunto agregándole unas medias de red de liga rotas y borcegos con muchas hebillas. Voilá! Sarah Kay meets Courtney Love. 
PS: estos fueron algunos de los textos, sonidos e imágenes que me ayudaron a bosquejar mi feminidad punkie. “La feminidad como mascarada” Joan Riviere. “Devenir Perra” Itziar Ziga. “Lulú o la Caja de Pandora” (film de G. W. Pabst, con la actuación inolvidable de Louise Brooks). Divine y Mink Stole en todas las películas de Waters. Minnie Bruce Pratt, poeta y activista lesbiana femme de EEUU. “El baúl de disfraces: un manifiesto femme-nista” Ulrika Dahl. Lydia Lunch. L7. “Priscilla, la reina del Desierto”. Theda Bara. Le Tigre. Mo Fischer. Marlene Dietrich en “Der Blaue Engel” cantando “Naughty Lola”. Lillian Starr, performer burlesque “dyke-femme”. Hedwig & The Angry Inch. David Bowie. “Notas sobre el camp” Susan Sontag. Mae West. Anna Karina en las pelis de Jean-Luc Godard. Maxwell Demon en “Velvet Goldmine”. Asia Argento. Tura Satana. Annie Sprinkle. Uma Thurman en “Pulp Fiction”. Army Of Lovers. Brian Molko de Placebo. Pola Negri. Jean Seberg. Amanda Palmer. Cindy Lauper. Los New York Dolls. Nina Hagen. Sailor Neptuno. Miss Peggy Pig de los Muppets. El personaje de Frank N´Furter de “The Rocky Horror Show”. Y así podría continuar hasta el infinito esta serpentina de nombres, imágenes y agradecimientos.


Por Morgan Ztardust

Escrito para la propuesta de María Gold de compilar historias en una Antología de Femmes Argentina - Publicado el 25 de octubre del 2010 (La Plata).

No hay comentarios: