Presentación del libro Deseo y resistencia. Treinta años de movilización lesbiana en el estado español, de Gracia Trujillo, socióloga y activista lesbiana queer española, en la librería Otras Letras, Buenos Aires.
intervención de valeria flores
¿Cómo leer desde una posición lesbiana feminista queer un libro escrito por una lesbiana feminista queer? Y que además tiene una doble pertenencia: academia y activismo, una relación siempre compleja, que provoca incomodidad, tensiones, que se paga un precio bastante alto por estar en ambos lugares, que no es sino uno solo.
Desde el aliento, desde una respiración compartida en el ritmo de la agitación y en el aire impuro, contaminado por las multiplicidades y las diferencias, desde la afinidad, complicidad.
El libro funciona como un dispositivo o una máquina “contra”: de contra-lectura y contra-escritura, y lo podemos tomar como una interpelación o convocatoria a pensar nuestro propio contexto local, pensando en que la propuesta de historización tiene resonancias en memorias locales. ¿Contra qué funciona esta máquina/dispositivo?
* Contra el borramiento: de las lesbianas en dos escenarios fundamentales:
1- del campo de la política: muchas veces subsumidas bajo las memorias del movimiento feminista o lgtb que tiene un carácter totalizante;
2- del campo teórico: trabaja contra la institucionalización del silencio en la economía del conocimiento heterocentrado, basado en la violencia epistémica (Spivak), que nos borra como sujetos posibles de existir, obligándonos a ocupar “el espacio del otro autoconsolidante del imperialismo [heterosexual]”. Como dice Fefa Vila: “Se termina un tiempo de silencio y de breves y desapercibidas notas al pie de página.”
* Contra el aislamiento: el trabajo activista o teórico en solitario suele darse como efecto de la lesbofobia de la academia, de otros movimientos, y por las imposibilidades de articulación por conflictos entre lesbianas. Podríamos pensar en una soledad epistemológica, un sujeto que pasa de objeto de investigación a sujeto de enunciación, pero que en ese pasaje tiene escasísimas o nulas referencias para construir saber-poder.
Es interesante destacar el fragmento del libro, durante la segunda ola ’80, que menciona que las feministas lesbianas o lesbianas feministas, donde prima la política de consenso de la transición y las lesbianas se integran al movimiento feminista, se definen como mujeres y sucumben al género, y el feminismo no responde al estigma de “todas somos lesbianas” como lo hizo con el aborto o el adulterio.
La identidad lesbiana se politiza en clave feminista y se desexualiza y se hipotecan los debates.
* Contra las voces hegemónicas: del feminismo esencialista y el movimiento lgtb asimilacionista o integracionista, porque incorpora las voces disidentes y está escrito desde esa localización-posición enunciativa. En esas genealogías políticas, afectivas, teóricas, que construye y nos constituyen, se ponen de relieve las voces, cuerpos y experiencias políticas más radicales, de lesbianas queer, que no tienen un impacto masivo pero sí un fuerte cuestionamiento al orden político imperante.
* Contra la identidad como algo dado, sin conflictos, desde los lugares más esencializados. Lesbiana es puesto entre comillas: etiqueta que simplifica la diversidad pero que todavía necesitamos para nombrarnos, para decir aquí estamos, utilizarla estratégicamente cuando nos convenga. En este sentido, el “nosotras” de la movilización colectiva para las lesbianas se convierte en un dilema que se presenta entre dos opciones: construir una identidad colectiva de lado de las mujeres o del conjunto de las minorías sexuales. Sin embargo, ese dilema o encrucijada no se resuelve en la elección entre uno u otro, sino en el tránsito, en el pasaje, en la tensión de ese “entre”.
Las identidades están pensadas en el libro como estrategia, como fluidez, como construcción, espacio de interconexiones varias, ficción. Identidades como posibilitadoras y limitadoras de acciones colectivas: alianzas, agendas políticas, negociaciones y decisiones. “Un movimiento permanece vivo mientras exista un conflicto en torno a su identidad colectiva” (Nancy Whttier)
Las identidades son necesarias dentro de un contexto, son localizaciones en el espacio político, y siempre nos enfrenta a una paradoja: sus efectos de exclusión siendo al mismo tiempo el impulso de la protesta.
Espero que este libro funcione en el ámbito local como interpelación y como un llamamiento o convocatoria ante eventuales y posibles borramientos (que ya se están produciendo, por ejemplo, en Neuquèn: se dice que el año del matrimonio igualitario fue la primera vez que la gente se movilizó por el orgullo lgtb, cuando fugitivas estuvo en la calle desde el 2005) y ante la ausencia de articulaciones frente a un asesinato como el de Natalia Gaitán, a partir del cual las lesbianas no pudimos articular una plataforma común contra la lesbofobia.
Fotos: Librería Otras Letras
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